¿Cuándo es el momento adecuado para hacerse el tonto?
En los tribunales.
"No me acuerdo", se puede escuchar decir a uno de los acusados. O "no soy consciente de haber hecho esto". No quieres que nadie te arrincone en nada. No quieres revelar demasiado. Ivanka Trump jugó la carta relajada cuando estuvo en la corte, cuando se le preguntó sobre el hecho de que su padre había inflado el valor de las propiedades.
Eso es porque Ivanka Trump es una mujer inteligente. Ella sabe que "menos es más" cuando se trata de palabras pronunciadas en la corte. O al aire libre. La vimos a menudo en el pasado. Lo escuchábamos con menos frecuencia. No porque sea estúpida; de hecho, es más inteligente que su padre y sus hermanos. Ellos hablan demasiado. Y ahora están en serios problemas precisamente por eso, su padre en particular.
En los tribunales, la prudencia dicta que no recordar ciertas cosas, ser evasivo y hablar sin mucha certeza puede ser una estrategia de supervivencia. Siempre con respeto al juez, claro está. Como dice el viejo refrán: "cuanto menos hablas, menos te equivocas".
Aquellos que son crónicamente incapaces de callarse y aún así quieren ser la persona más inteligente de la habitación no son realmente inteligentes. Porque la astucia no está en demostrar cuánto sabes, sino en saber cuándo y cómo usar ese conocimiento.
Hacerse el tonto como estrategia
El arte de hacerse el tonto no consiste en parecer ignorante, sino en evitar comprometerse innecesariamente. En los tribunales, cada palabra puede convertirse en un arma en tu contra, y los fiscales están entrenados para detectar y explotar cualquier inconsistencia. No se trata de mentir, sino de entender que a veces es más seguro no decir demasiado.
Ivanka Trump comprendió esto a la perfección. Respondió con calma, midió cada palabra y no ofreció información innecesaria. En cambio, su padre, Donald Trump, es un hombre que disfruta escucharse a sí mismo. Sus discursos grandilocuentes y su necesidad de imponerse en cualquier conversación lo han llevado a problemas legales que quizás podría haber evitado con un poco más de discreción.
Pero esta estrategia no solo aplica en los tribunales. En la vida cotidiana, hay situaciones en las que aparentar ignorancia puede ser una jugada brillante.
- En negociaciones, fingir desconocimiento puede hacer que el otro baje la guardia y revele información valiosa.
- En política, muchos líderes han sobrevivido a escándalos aparentando ser menos conscientes de lo que realmente son.
- En los negocios, un inversor que se hace el despistado puede obtener detalles que no le dirían si mostrara que sabe demasiado.
- En las relaciones personales, a veces es mejor dejar que el otro hable y se delate solo.
El problema de algunos es que confunden hablar mucho con ser persuasivos. Pero la verdadera astucia radica en saber cuándo callar, cuándo parecer menos informado de lo que realmente eres y cuándo dejar que los demás se pierdan en sus propias palabras.
Los más listos no siempre son los que más hablan, sino los que mejor saben callar.
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Estoy totalmente de acuerdo con esa filosofía.
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