La serpiente mordió a la gallina y, con el veneno ardiendo en sus venas, buscó refugio en su propio gallinero, buscando el calor de quien creía que era su familia.
Pero en lugar de acogerla, las otras gallinas optaron por ahuyentarla, temiendo que el veneno pudiera llegar a todos.
Herida, cojeando y con los ojos llorosos, la gallina abandonó el gallinero. No lloró por la mordedura de la serpiente, sino por el cruel abandono de aquellos que más deberían haberla apoyado.
Arrastrando una pata, vulnerable al frío y a la oscuridad, siguió tambaleándose. Cada paso le arrancaba una lágrima, que se mezclaba con el polvo del camino.
Las gallinas, indiferentes, la veían desaparecer en el horizonte. Algunos murmuraron con frialdad:
"Déjala ir... No sobrevivirá.
Pasó el tiempo, y un día un colibrí llegó al gallinero con noticias inesperadas:
"¡Tu hermana está viva!" Vive en una cueva lejana. Sobrevivió, pero perdió una pierna y enfrenta dificultades para alimentarse. Necesita ayuda.
Hubo un silencio incómodo, seguido de excusas vacías:
"Estoy ocupado poniendo huevos".
"Necesito conseguir maíz.
"Tengo pollitos que cuidar.
Uno por uno, se negaron a ayudar. El colibrí regresó solo a la cueva.
Pasó más tiempo. El colibrí regresó al gallinero, pero esta vez trajo noticias tan pesadas como el plomo:
"Tu hermana ha fallecido. Murió sola, abandonada. No hay nadie que la entierre o llore por ella.
De repente, el silencio se apoderó del gallinero. Un profundo lamento resonó entre todos. Los que ponían huevos se detuvieron. Los que buscaban maíz dejaron las semillas. Incluso los polluelos que los cuidaban se olvidaron de ellos por un momento.
El dolor del arrepentimiento era más cruel que el veneno de la serpiente. Todos llevaban la misma pregunta angustiosa:
¿Por qué no fuimos antes?
Sin medir la distancia ni el cansancio, partieron hacia la cueva, llorando y lamentándose. Ahora tenían una razón para verla, pero ya era demasiado tarde.
Cuando llegaron, no encontraron la gallina. Solo quedaba una letra, marcada por palabras que cortaban como cuchillas:
"En la vida, la gente a menudo no cruza la calle para ayudarte mientras estás vivo, sino que cruza el mundo para enterrarte cuando mueres.
Y la mayoría de las lágrimas en los funerales no son lágrimas de dolor, sino de remordimiento y arrepentimiento".
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Así de triste es la realidad del ser humano siempre poniendo escusas para no acudir en la ayuda de tu padre hermano amigos poniendo mil pretextos y cuando se muere esa persona ahora sí todos van al funeral con cara de hipócritas en vida hermanos en vida ya muerto para que hasta flores te llevan y en vida ni agua te dan triste realidad
ResponderEliminarQue lástima...una gallina escritora no es cosa de todos los días, no señó.
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