Había una vez en un pequeño pueblo de México un anciano solitario y un tanto cascarrabias. Prefería la tranquilidad y apenas interactuaba con los demás.
Cada tarde, un grupo de niños del vecindario se reunía para jugar frente a su casa, haciendo tanto ruido que el señor Joaquín estaba a punto de perder la paciencia.
Un día, ya harto, salió y les dijo:
— Niños, si vienen mañana a jugar aquí como siempre, les daré un peso a cada uno.
Los niños se miraron asombrados, pero al día siguiente volvieron con más energía que nunca. Gritaban, corrían, reían... Y, fiel a su palabra, Don Joaquín les dio su peso.
— Mañana también habrá recompensa — les dijo con una sonrisa cansada.
Al día siguiente, los niños regresaron, pero esta vez Don Joaquín solo les dio cincuenta centavos.
— Lo siento, chicos, estoy un poco corto de dinero. Mañana solo podré darles diez centavos, ¿de acuerdo?
Y así lo hizo. Al tercer día, después de jugar con la misma intensidad, Don Joaquín les dio los diez centavos y les preguntó:
— Ya no me queda más dinero. ¿Vendrán mañana a jugar aunque no pueda pagarles?
Los niños se sintieron ofendidos.
— ¿Cómo que sin pago? ¿Y gastar nuestra energía gratis? ¡No, qué pereza!
Y desde entonces, Don Joaquín disfrutó de una paz absoluta frente a su casa. Ver Las 20 leyes de la astucia
Moraleja: Es fácil manipular a quien solo actúa por interés.
Y tú, ¿qué opinas?
Te invito cordialmente a compartir esto con todos tus amigos. Tu apoyo significa mucho. ¡Gracias de antemano!
Comentarios
Publicar un comentario