La cruel verdad: Un niño inocente y su yogur favorito. Un giro impactante revela una lección de vida esencial sobre deseos y envidia.
Estaba hoy en la
entrada del supermercado, justo delante de una madre y su hijo pequeño. Pude
escuchar cómo el niño, con una voz llena de anhelo y una ternura desarmante, le
susurró a su madre:
-¡Ojalá que hoy haya yogur de fresa!
Por la manera en que
pronunció la palabra "fresa", con esa expectación tan pura, supe al
instante que aquel yogur era su más preciado tesoro. Me conmovió la imagen de
esa inocencia, la fantasía que el niño tejía alrededor del simple acto de tomarse
su postre favorito.
Yo me adelanté y
llegué rápidamente al área de lácteos. Efectivamente, mi corazón dio un vuelco
al ver que, en todo el estante, solo quedaba uno. Recordé la mirada ilusionada
de ese niño esperando ansioso su recompensa.
Pero la tentación fue
demasiado grande. No pude evitarlo.
Rápidamente, deslicé
el último yogur de fresa a mi carrito. Al girarme, vi la escena completa: el
niño llegaba al pasillo, sus ojos se iluminaban al ver el espacio de los
yogures... y luego se apagaban al ver que el objeto de su deseo se iba conmigo.
Y sí, para rematar la
lección, me detuve un instante en la caja y comencé a comérmelo lentamente
delante de él.
Ahora, ese niño ha
aprendido una gran lección de vida sin necesidad de libros ni sermones. Ha
descubierto que en este mundo existen fuerzas que no desean tu felicidad
inmediata, y que la ingenuidad se paga cara.
Moraleja ineludible:
"Jamás grites a los cuatro vientos tus deseos o tus planes. Siempre habrá
personas que, por la razón que sea, simplemente no querrán que se te
cumplan."
(Tranquilos,
lectores. Es solo una ficción. El yogur de fresa fue devuelto a su legítimo y
tierno dueño.)
Y tú, ¿qué opinas? Puedes dejar tus comentarios más abajo.
Te invito cordialmente a compartir esto con todos tus amigos. Tu apoyo significa mucho. ¡Gracias de antemano!

Comentarios
Publicar un comentario