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10 ideas para dejar de comerse el coco

Comerse el coco: reflexionar en exceso, con efectos negativos. Evítalo buscando soluciones y enfocándote en acciones concretas ¿Te has sentido alguna vez atrapado en un bucle de pensamientos negativos que no te dejan en paz? ¿Has pasado horas y horas dándole vueltas a un problema sin encontrar una solución?  Ver Detener el pensamiento, encontrar la paz 10 ideas para dejar de comerse el coco ¿Has sufrido por anticipado situaciones que luego no se han dado o que no han sido tan graves como imaginabas? Si has respondido que sí a alguna de estas preguntas, es probable que seas una persona que se come el coco con frecuencia. Comerse el coco es una expresión coloquial que se usa para referirse a la tendencia a pensar demasiado, a rumiar, a preocuparse excesivamente o a tener pensamientos obsesivos. Es una forma de auto-tortura mental que puede generar mucho estrés, ansiedad, tristeza, frustración y angustia. Además, comerse el coco suele ser improductivo, ya que no nos ayuda a resolver los

El desfile de la locura

Aunque las guerras sigan siendo un negocio improductivo, esto no nos da una garantía absoluta de paz. Jamás debemos subestimar la estupidez humana. Tanto en el plano personal como en el colectivo, los humanos son propensos a dedicarse a actividades autodestructivas. En 1939, la guerra era probablemente un paso contraproducente para las potencias del Eje, pero eso no salvó al mundo. Una de las cosas sorprendentes de la Segunda Guerra Mundial es que tras la contienda las potencias derrotadas prosperaron como nunca lo habían hecho. Veinte años después de la aniquilación completa de sus ejércitos y del hundimiento absoluto de sus imperios, alemanes, italianos y japoneses gozaban de niveles de riqueza sin precedentes.  El desfile de la locura Así pues, ¿por qué fueron a la guerra, para empezar? ¿Por qué infligieron una muerte y una destrucción innecesarias a innumerables millones de personas? Todo se debió a un estúpido error de cálculo. En la década de 1930, generales, almirantes, econ