El arte de moverte con inteligencia en un mundo lleno de apariencias ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas siempre salen ganando, incluso en las peores situaciones? ¿Te gustaría entender cómo piensan los que realmente mandan… y aprender a jugar con sus mismas cartas? Las 20 leyes de la astucia es el manual definitivo para quienes quieren dejar de ser ingenuos y empezar a moverse con cabeza en la vida . Este libro no es teoría vacía ni frases motivacionales: es estrategia pura, clara y directa. ¡Haz clic aquí para leer una muestra ahora! Te ofrece unas herramientas prácticas para: Entender los juegos ocultos de poder e influenci a. Detectar segundas intenciones y protegerte de ellas. Influir sin imponer, ganarte el respeto sin alzar la voz. Tomar decisiones con inteligencia emocional y visión estratégica. Convertirte en alguien más difícil de manipular , más sólido y respetado. Imagina tener la capacidad de leer entre líneas, anticiparte a los movimientos de los dem...
Por lo común sólo se elogia para ser elogiado. A nadie nos gusta elogiar, y no elogiarás nunca a nadie si no es por interés.
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Elogio cortesano. Como en todo, no hay que pasarse, pues la virtud exagerada se acaba tornando en defecto |
El elogio es una adulación hábil, oculta y delicada que satisface de modo distinto a quien lo dispensa y a quien lo recibe: el uno lo juzga recompensa de su mérito; el otro elogia para que se advierta su equidad y su discernimiento, nada hay más halagador para aquellos con quien converses que adviertan que les apruebas e imitas. Advierte que hay reproches que alaban y elogios que vituperan, y que el que rechaza elogios oculta el deseo de ser elogiado dos veces.
Una fina treta cortesana: a menudo tendrás que usar lisonjas envenenadas que manifestarán tu rechazo en aquellos a quienes lisonjees mostrando defectos que no te atreverás a descubrir de otra manera. Decía Talleyrand sobre Napoleón que era una lástima que una persona con tan grandes cualidades tuviera tan malos modales. Buen ejemplo de veneno disuelto en miel.
Los seres humanos, nacidos para vivir en sociedad, nacieron también para agradarse unos a otros. Así que si alguno no observara las reglas urbanidad ofendería a todos los de su alrededor y se desacreditaría hasta el punto de que se vería incapacitado para hacer ningún bien. Pero la urbanidad no nace de ideas tan bellas, sino del afán de distinguirse. Somos educados por orgullo y nos sentimos halagados porque tenemos modales que prueban que no somos salvajes.
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