Los evangelios canónicos, escritos en el siglo I por apóstoles o allegados, fueron aceptados por la Iglesia primitiva, mientras que los apócrifos, más tardíos, presentan elementos fantásticos y heréticos.
La distinción entre los evangelios canónicos y los apócrifos se basa en varios factores clave. En primer lugar, los evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) fueron escritos en el siglo I d.C. por apóstoles o personas cercanas a ellos, mientras que muchos apócrifos son posteriores, del siglo II en adelante.
Ver Los Evangelios Apócrifos. Crónica oculta del nuevo testamento
Además, los evangelios canónicos fueron ampliamente utilizados en las primeras comunidades cristianas y se alinean con las enseñanzas centrales del cristianismo. En contraste, los apócrifos a menudo presentan ideas consideradas heréticas y tienen un estilo más legendario o fantástico.
El reconocimiento eclesiástico también fue crucial; la Iglesia primitiva aceptó los evangelios canónicos como inspirados y autoritativos, mientras que los apócrifos fueron excluidos del canon. La consistencia interna de los relatos canónicos y su propósito de transmitir fielmente la vida de Jesús también contribuyeron a su aceptación.
Te presento un resumen de cada evangelio apócrifo:
El Evangelio de Tomás representa una de las obras apócrifas más significativas y estudiadas del cristianismo primitivo. Descubierto en 1945 en Nag Hammadi, Egipto, este texto consiste en una colección de 114 dichos atribuidos a Jesús, muchos de los cuales tienen paralelos con los evangelios canónicos, mientras que otros presentan una naturaleza más esotérica. A diferencia de los evangelios tradicionales, no contiene narrativas sobre la vida de Jesús ni relatos de milagros, centrándose exclusivamente en sus enseñanzas. Su composición se data entre los años 60 y 140 d.C., y muestra una clara influencia del pensamiento gnóstico, enfatizando la búsqueda del conocimiento interior y la iluminación espiritual.
El Evangelio de Pedro, datado en el siglo II d.C., ofrece una perspectiva única de la pasión y resurrección de Cristo desde una visión docetista. Este texto, del cual solo se conserva un fragmento significativo encontrado en Akhmim, Egipto, presenta a un Jesús que aparentemente no sufre durante la crucifixión, sugiriendo que su cuerpo físico era una ilusión. La narración incluye elementos fantásticos, como una cruz parlante y una descripción elaborada de la resurrección donde Jesús emerge del sepulcro acompañado por ángeles de proporciones gigantescas. Notablemente, el texto desplaza la mayor parte de la culpa por la muerte de Jesús de Pilato a Herodes, ofreciendo una interpretación política distintiva de los eventos.
El Evangelio de María Magdalena, escrito probablemente a principios del siglo II, destaca por su representación única de María Magdalena como una figura central en el cristianismo primitivo. El texto, del cual solo sobreviven fragmentos en copto y griego, presenta diálogos profundos entre Jesús resucitado y María, quien recibe revelaciones especiales sobre la naturaleza del cosmos y el alma. El evangelio aborda temas complejos como la relación entre el mundo material y espiritual, y documenta tensiones entre María y otros discípulos, particularmente Pedro, sobre la autoridad apostólica y la interpretación de las enseñanzas de Jesús.
El Evangelio de Felipe, una colección de enseñanzas gnósticas de los siglos II-III d.C., se distingue por su enfoque en la interpretación sacramental y espiritual del cristianismo. El texto explora temas como el matrimonio espiritual, los sacramentos y la relación entre Jesús y María Magdalena de una manera que sugiere significados esotéricos profundos. A diferencia de otros evangelios, no sigue una estructura narrativa tradicional, sino que presenta una serie de reflexiones teológicas y filosóficas interconectadas que reflejan una comprensión gnóstica del cristianismo.
El Protoevangelio de Santiago, también conocido como la Natividad de María, escrito alrededor del 150 d.C., se centra en la vida de María antes del nacimiento de Jesús. Este texto ha sido tremendamente influyente en el desarrollo de la mariología católica y ortodoxa, estableciendo conceptos como la perpetua virginidad de María y proporcionando detalles sobre sus padres, Joaquín y Ana. La narrativa incluye elementos milagrosos y simbólicos que establecieron muchas de las tradiciones posteriores sobre María, incluyendo su presentación en el templo y su vida como virgen consagrada.
El Evangelio de la Infancia de Tomás ha fascinado a lectores durante siglos por sus vívidas y a veces controversiales historias sobre el niño Jesús. Escrito probablemente en el siglo II, el texto presenta a un joven Jesús realizando milagros desde una edad temprana, algunos benevolentes y otros más problemáticos, como maldecir a quienes lo molestan. Estas historias reflejan un intento de llenar el vacío en los relatos canónicos sobre la infancia de Jesús, aunque la imagen que presenta del niño Jesús contrasta marcadamente con la representación de los evangelios canónicos.
El Evangelio de Judas, descubierto en la década de 1970 y restaurado en 2001, presenta una visión radicalmente diferente del discípulo tradicionalmente considerado traidor. Este texto gnóstico del siglo II retrata a Judas como el discípulo más cercano a Jesús, el único capaz de comprender las verdaderas enseñanzas esotéricas del maestro. Según este evangelio, Judas no traiciona a Jesús por codicia o maldad, sino que actúa siguiendo las instrucciones específicas de Jesús para liberar su espíritu del cuerpo físico. El texto incluye complejas cosmologías gnósticas y una crítica velada al cristianismo ortodoxo emergente.
El Evangelio de Nicodemo, también conocido como los Hechos de Pilato, es una obra compuesta probablemente entre los siglos IV y V d.C. Este texto elabora extensamente sobre el juicio, crucifixión y resurrección de Jesús, proporcionando detalles dramáticos no encontrados en los evangelios canónicos. Una sección particularmente notable, conocida como el Descenso a los Infiernos, describe vívidamente cómo Cristo, entre su muerte y resurrección, descendió al inframundo para liberar a las almas de los justos del Antiguo Testamento, una narración que influiría significativamente en la iconografía y teología cristianas posteriores.
El Evangelio de los Hebreos, del cual solo sobreviven fragmentos citados por padres de la Iglesia primitiva, parece haber sido una versión del evangelio utilizada por las comunidades judeocristianas. Escrito probablemente en el siglo II, el texto mantiene fuertes conexiones con las tradiciones judías mientras presenta a Jesús como el Mesías. Los fragmentos supervivientes sugieren un énfasis particular en Santiago, el hermano de Jesús, y en la continuidad entre el judaísmo y el cristianismo primitivo.
El Evangelio de los Egipcios, un texto gnóstico del siglo II, se caracteriza por su fuerte énfasis en el ascetismo y la renuncia al mundo material. El texto promueve una visión radical del celibato y la negación del cuerpo como medios para alcanzar la salvación espiritual. Incluye diálogos entre Jesús y Salomé que abordan temas como la supresión de las diferencias de género y la trascendencia de la procreación física en favor de una reproducción espiritual.
El Evangelio de Bartolomé se distingue por sus vívidos diálogos entre el Cristo resucitado y los apóstoles, particularmente Bartolomé. Este texto, probablemente compuesto entre los siglos III y IV, contiene revelaciones dramáticas sobre los misterios del cielo y el infierno, incluyendo conversaciones con Satanás y descripciones detalladas del más allá. El texto se caracteriza por su naturaleza apocalíptica y sus revelaciones sobre los secretos divinos.
El Evangelio Árabe de la Infancia, una compilación tardía que data posiblemente del siglo VI, combina y elabora historias de otros evangelios de la infancia con nuevas tradiciones. El texto narra extensamente los milagros realizados por Jesús durante el viaje a Egipto y su niñez, incorporando elementos del folclore local y tradiciones orientales. Es particularmente notable por su influencia en la literatura islámica sobre Jesús.
El Evangelio de la Verdad, descubierto en Nag Hammadi, es una homilía gnóstica meditativa que reflexiona sobre la naturaleza de la verdad, el conocimiento y la salvación. Atribuido por algunos a Valentín (siglo II), el texto no es tanto una narración sobre Jesús como una interpretación mística de su significado, presentando la ignorancia como la fuente del sufrimiento y el conocimiento gnóstico como el camino hacia la liberación.
El Evangelio Secreto de Marcos ha sido objeto de intenso debate académico desde su descubrimiento en 1958. Supuestamente una versión más extensa del Evangelio de Marcos canónico, contiene pasajes adicionales que sugieren enseñanzas esotéricas impartidas a un círculo interno de discípulos. La controversia sobre su autenticidad continúa, con algunos estudiosos argumentando que es una falsificación moderna.
El Evangelio de Eva es uno de los textos más enigmáticos, conocido únicamente a través de breves citas en obras de padres de la Iglesia que lo criticaban. Según estas referencias, el texto contenía revelaciones supuestamente hechas a Eva por la serpiente en el Jardín del Edén, presentando una interpretación gnóstica radical de la narrativa del Génesis donde la serpiente es vista como portadora de conocimiento divino.
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