Un ingeniero chileno llegó a una estación de metro en Estocolmo, la capital de Suecia.
Mientras observaba los accesos, algo llamó su atención: entre los muchos puntos de entrada habituales, había uno que permitía el paso libre.
Intrigado por esta peculiaridad, se acercó al vendedor de boletos para preguntar por qué ese acceso estaba siempre disponible y sin supervisión.
El ingeniero quedó sin palabras. Incapaz de encontrar una respuesta satisfactoria, pagó su boleto y pasó por el acceso regular, al igual que la multitud que lo seguía. El acceso libre permaneció vacío.
Esta experiencia dejó al ingeniero reflexionando sobre un valor fundamental: la honestidad. En Suecia, este principio parece estar tan arraigado en la cultura que las personas no consideran aprovecharse del sistema. La honestidad es uno de los valores más liberadores que puede tener un pueblo. Una sociedad que logra convertir este valor en algo natural alcanza un nivel superior de desarrollo.
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Me gustaría vivir en suiza,
ResponderEliminarla noticia es de Suecia no Suiza
EliminarViví un caso prácticamente igual en EEUU en 1968 en un viaje por ferrocarril. Al guardia no le entraba en la cabeza que alguien defraudara al ferrocarril
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