El impactante legado de Saladino: Tolerancia y respeto interreligioso. ¡Su orden en Jerusalén dura 800 años!
Saladino demostró una tolerancia extraordinaria al capturar Jerusalén. Su legado pacífico y duradero es un ejemplo poderoso de respeto interreligioso. La historia a menudo recuerda a Salah ad-Din (1137 – 1193) por sus audaces conquistas militares. Apodado la "Espada del Islam", este legendario líder kurdo se consolidó como un constructor de imperios y un conquistador implacable de vastos territorios que abarcaban Egipto, Siria, Arabia y otras regiones. Su estrategia más famosa contra los cruzados se convirtió en el punto de inflexión de su carrera.
La astucia militar que cambió la historia
La genialidad táctica de Saladino alcanzó su punto culminante en 1187 con la devastadora Batalla de Hattin. Su plan fue brillante y despiadado. Saladino atrajo con astucia al ejército de campaña de los Estados Cruzados a una marcha forzada y desacertada a través del desierto. Los cruzados se embarcaron en una caminata desesperada, ignorando que su enemigo era el único que había asegurado el suministro de agua.
El propósito de Saladino era claro: debilitar a sus oponentes antes del enfrentamiento directo. Cuando las fuerzas cruzadas, ya exhaustas y deshidratadas, llegaron a Hattin, fueron emboscadas y masacradas. Esta victoria total permitió a las fuerzas de Saladino marchar directamente hacia el corazón del Levante: la ciudad santa de Jerusalén. Este triunfo no fue solo militar; fue una estrategia de agotamiento y táctica psicológica que resultó en el colapso de la defensa cruzada. Ver Las 20 leyes de la astucia
La resistencia final en Jerusalén
A pesar de la desesperada situación tras Hattin, algunos caballeros y soldados cruzados se negaron a abandonar su puesto en Jerusalén. Estos guerreros se dispusieron a hacer que el inevitable asedio resultante fuera extremadamente incómodo y costoso para Saladino.
Bajo el capaz liderazgo de Balián de Ibelín, los defensores rechazaron repetidamente los asaltos musulmanes, negando todos los intentos de derribar las murallas y cobrando un alto precio en bajas al ejército atacante. La defensa fue tenaz, pero el final era inevitable: las provisiones y los hombres escaseaban, y la masacre temida de la población civil se cernía sobre la ciudad.
La rendición pacífica y el acto de tolerancia
Finalmente, Saladino entró en negociaciones con Balián de Ibelín. El líder cruzado acordó rendir la ciudad bajo una condición fundamental: Saladino debía jurar permitir el paso seguro de los miles de civiles cristianos, refugiados y las tropas que los protegían.
La rendición de Jerusalén fue un acontecimiento notablemente pacífico para la época, con un derramamiento de sangre limitado en comparación con la sanguinaria toma de la ciudad por parte de los cruzados casi un siglo antes. A la mayoría de los cristianos se les permitió salir de Jerusalén a salvo. Sin embargo, la realidad es que aquellos que no pudieron pagar el pequeño rescate simbólico acordado fueron esclavizados. Ver La sabiduría secreta de Maquiavelo
A pesar de esto, el acto de clemencia de Saladino marcó una diferencia moral significativa. La tolerancia que mostró hacia la población civil sentó un precedente en la guerra santa de la época.
El dilema del vencedor y la decisión sorprendente
Con Jerusalén capturada, un nuevo y más complejo dolor de cabeza surgió para Saladino. Su ejército victorioso, sediento de venganza y fervientemente religioso, exigía la destrucción de todos los lugares de culto cristianos dentro de la ciudad santa y la masacre de los "falsos vendedores ambulantes" de las religiones rivales. Ser la "Espada del Islam" conllevaba una imagen religiosa que defender ante sus oficiales.
Aquí es donde el legado de Saladino da un giro sorprendente. Contra la presión de sus soldados y oficiales más celosos, Saladino se negó rotundamente a ordenar la destrucción de los lugares de culto cristianos.
Él creía firmemente que el respeto por las diferentes creencias y religiones debería ser un principio fundamental e inalienable del gobierno de Tierra Santa y de Jerusalén. Este acto no fue solo político, fue una declaración de principios humanitarios y de tolerancia que choca con la imagen de guerrero implacable.
La custodia de la iglesia del Santo Sepulcro
Para sellar su compromiso con esta tolerancia religiosa y asegurar la paz interreligiosa, Saladino tomó una decisión extraordinaria. Eligió personalmente a dos de sus guardias más leales y de mayor confianza y les explicó su apasionada creencia en que todas las religiones debían ser tratadas con respeto. Además, decretó que los peregrinos cristianos debían poder viajar y visitar Tierra Santa con total seguridad.
Saladino ordenó entonces a estos dos soldados leales que montaran guardia permanente sobre la iglesia más sagrada de todo el mundo cristiano: la Iglesia del Santo Sepulcro. Este lugar es venerado como el sitio de la crucifixión, sepultura y resurrección de Jesucristo.
Un legado que trasciende siglos
El hecho más oscuro e impactante de esta historia es la naturaleza del decreto de Saladino. Él ordenó que los dos hombres hicieran guardia hasta el día de su muerte. Sin embargo, la responsabilidad de proteger la iglesia pasaría inmediatamente al hijo mayor de la familia de cada hombre, convirtiéndose en un deber hereditario.
Hasta el día de hoy, los descendientes de esos dos guardias musulmanes originales todavía cumplen con su deber. Han pasado más de 836 años, pero generación tras generación, los padres e hijos de las familias Joudeh y Nuseibeh jamás han abandonado su puesto sagrado.
La custodia del Santo Sepulcro no es solo una función; es un símbolo vivo de la tolerancia impuesta por Saladino. El legado de esta orden va más allá de la mera seguridad. Como afirman los descendientes: "Lo que pasamos a las próximas generaciones no son solo las llaves de la iglesia, sino también la forma de respetar otras religiones". Estas familias actúan a menudo como árbitros neutrales entre las diferentes sectas cristianas que comparten el control del templo, ayudando a resolver disputas pacíficamente y preservando la paz en un lugar sagrado a través del tiempo.
El decreto de Saladino —que una mujer de la familia Joudeh todavía honra al guardar la llave del templo— es un testimonio poderoso de que la tolerancia puede ser una estrategia tan fuerte como la espada, y su legado es uno de los actos de respeto interreligioso más duraderos de toda la historia mundial. La tolerancia es la clave que abre las puertas de la coexistencia pacífica.
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