¿Puede la avaricia arruinarte? Sorpréndete con esta épica lección de justicia de 1506. Un relato corto, poderoso y con un giro final magistral.
Esta es una de esas historias magistrales donde la inteligencia vence a la mala fe. Escrita originalmente en 1506 por Johannes Pauli y rescatada por los hermanos Grimm, nos recuerda que, a veces, el destino tiene un sentido del humor muy justo.
Imagina que caminas por un sendero polvoriento hacia la gran feria de Fráncfort y, de repente, el peso de tu bolsillo desaparece. Un comerciante acaba de perder 800 florines. Para que dimensiones la tragedia: en aquel entonces, con ese dinero podías comprarte 20 caballos de pura raza. Era, literalmente, el botín de una vida.
Poco después, un carpintero del pueblo encuentra la cartera. Pesaba como el plomo. En lugar de desaparecer con el tesoro, el hombre la guarda en casa en absoluto silencio. Su brújula moral era clara: había que esperar al dueño.
El domingo, el cura lanza el anuncio en la iglesia: "Se buscan 800 florines. Recompensa de 100 para el alma honrada que los devuelva". El carpintero, cumplidor, entrega el dinero. Pero aquí aparece el giro oscuro: el comerciante, al ver su dinero a salvo, siente el aguijonazo de la codicia. No quiere pagar la recompensa.
Con una sonrisa cínica y tono insultante, le lanza solo cinco monedas al artesano:
- Te has cobrado el resto tú solo, pilluelo. Aquí faltan cien florines; yo perdí novecientos. Ver La sabiduría secreta de Maquiavelo
El carpintero, indignado, se niega a aceptar el insulto. "Soy un hombre de fe, no he tocado un solo céntimo", replicó. La tensión escaló tanto que terminaron frente al tribunal de Fráncfort, con media ciudad agolpada en las puertas para ver el desenlace.
El juez, un hombre que sabía leer el alma de los mentirosos, les pidió jurar sobre la Biblia.
El comerciante, calculador, juró: "Perdí exactamente 900 florines".
El carpintero, sereno, juró: "Encontré exactamente 800".
Entonces, el juez dictó una sentencia que dejó al mercader helado:
- Señores, el caso es cristalino. Si el comerciante perdió 900 florines y el carpintero encontró 800, es evidente que esta no es la cartera que busca el mercader. Por lo tanto, el carpintero puede quedarse con el dinero hasta que aparezca el dueño de los 800 florines. Y usted, señor comerciante... puede seguir buscando su cartera de 900 por el camino. Ver Las 20 leyes de la astucia
El avaro se quedó sin dinero, sin honor y como el hazmerreír de Fráncfort. Una lección eterna: cuando intentas robarle a la honestidad, terminas perdiéndolo todo.
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