El carisma es una presencia que nos excita. Procede de una cualidad interior - seguridad, energía sexual, determinación, placidez - que la mayoría de la gente no tiene y desea.
Esta cualidad resplandece, e impregna los gestos de los carismáticos, haciéndolos parecer extraordinarias y superiores, e induciéndonos a imaginar que son más grandes de lo que parecen: dioses, santos, estrellas. Ellos aprenden a aumentar su carisma con una mirada penetrante, una oratoria apasionada y un aire de misterio. Pueden seducir a gran escala. Crea la ilusión carismática irradiando fuerza, aunque sin involucrarte.
El carisma de niñas visionarias |
Al principio Juana no dijo a nadie lo que había visto; para todos los que la conocían, era una tranquila niña campesina. Pero las visiones se hicieron más intensas, así que en 1429 dejó Domrémy decidida a realizar la misión para la que Dios la había elegido. Su meta era reunirse con Carlos en la ciudad de Chinon, donde él había establecido su corte en el exilio. Los obstáculos eran enormes: Chinon estaba lejos, el viaje era peligroso y Carlos, aun si ella lo encontraba, era un joven perezoso y cobarde con pocas probabilidades de emprender una cruzada contra los ingleses. Impertérrita, fue de un poblado a otro, explicando su misión a los soldados y pidiéndoles que la escoltaran a Chinon.
En esos tiempos abundaban las jóvenes con visiones religiosas, y no había nada en la apariencia de Juana que inspirara confianza; sin embargo, un soldado, Jean de Metz, quedó intrigado por ella. Lo que lo fascinó fue el extremo detalle de sus visiones: ella liberaría la sitiada ciudad de Orleans, haría coronar al rey en la catedral de Reims, dirigiría al ejército a París; sabía cómo sería herida, y dónde; las palabras que atribuía a san Miguel eran muy diferentes al lenguaje de una muchacha campesina, y transmitía una seguridad tan serena que resplandecía de convicción. De Metz cayó bajo su hechizo. Le juró lealtad y marchó con ella a Chinon.
Pronto, también otros ofrecieron asistencia, y a oídos de Carlos llegó la noticia de la extraña joven en pos de él. En el trayecto de quinientos cincuenta kilómetros a Chinon, acompañada sólo de un puñado de soldados, por un territorio infestado de bandas en pugna, Juana no mostró temor ni vacilación. El viaje duró varios meses. Cuando finalmente ella llegó a su destino, el delfín decidió recibir a la joven que prometía restituirle el trono, pese a la opinión de sus consejeros; pero se aburría, y quería diversión, así que optó por jugarle una broma. Ella se encontraría con él en una sala llena de cortesanos; para probar sus poderes proféticos, él se disfrazó de uno de ellos, y vistió a otro de sí mismo.
Pero cuando Juana llegó, y para sorpresa de la multitud, caminó directamente hasta Carlos y le hizo una reverencia: "El Rey del Cielo me envía a ti con el mensaje de que serás el lugarteniente del Rey del Cielo, quien también es el rey de Francia". En la conversación que siguió, Juana pareció hacerse eco de los más ocultos pensamientos de Carlos, mientras contaba de nuevo, con extraordinario detalle, las hazañas que llevaría a cabo. Días después, este hombre indeciso e inconstante se declaró convencido, y dio su aprobación a Juana para encabezar un ejército francés contra los ingleses.
Milagros y santidad aparte, Juana de Arco tenía ciertas cualidades básicas que la volvían excepcional. Sus visiones eran intensas; podía describirlas con tanto detalle que debían ser reales. Los detalles tienen ese efecto: conceden una sensación de realidad aun a las más descabelladas afirmaciones. De igual modo, en una época de gran desorden, ella estaba sumamente concentrada, como si su fuerza procediera de otro mundo. Hablaba con autoridad, y predicaba cosas que la gente quería: los ingleses serían derrotados, la prosperidad retornaría. También tenía el llano sentido común de los campesinos. Seguramente oyó descripciones de Carlos de camino a Chinon; una vez en la corte, fue capaz de percibir la trampa que él le había puesto, y de distinguir confiadamente su engreído rostro entre la multitud. Al año siguiente sus visiones la abandonaron, y también su seguridad; cometió muchos errores, que condujeron a su captura por los ingleses. Era humana, en realidad. Quizá nosotros ya no creamos en milagros, pero todo lo que insinúa poderes extraños, de otro mundo o hasta sobrenaturales creará carisma.
La psicología es la misma: tienes visiones del futuro, y de las cosas maravillosas que puedes cumplir. Describe esas cosas con gran detalle, con un aire de autoridad, y destacarás de súbito. Y si tu profecía —de prosperidad, por decir algo— es justo lo que la gente quiere oír, es probable que caiga bajo tu hechizo, y vea más tarde los acontecimientos como confirmación de tus predicciones. Exhibe notable seguridad y la gente pensará que tu confianza procede de un conocimiento real. Engendrarás una profecía que se cumple sola: la creencia de la gente en ti se traducirá en actos que contribuirán a realizar tus visiones. Todo indicio de éxito la hará ver milagros, poderes asombrosos, el fulgor del carisma.
Extraído del libro EL ARTE DE LA SEDUCCION, de Robert Greene
El carisma es inherente a la persona. La capacidad que tienen algunos de seducir a las masas. El analfabetismo ayuda mucho. Otra cosa es la finalidad que persiguen los que poseen esa cualidad. Líderes hubo en otros tiempos que arrastraron a las masas al desastre. Alguna vez ocurrió lo contrario y la cosa les salió bien.
ResponderEliminarSaludos.
Ahora tenemos otra Juanita de Arco que viaja en barco (me ha salido un ripio). A ver cómo acaba su periodo de santidad, visto como manipulan los medios de comunicación.
EliminarSaludos
Pensaba en la Juanita de Arco actual cuando leía tu entrada... Es posible que para ser carismático, te tengas que creer las mentiras del resto y asegurar que son propias
ResponderEliminarEs posible que dentro de todo esto haya trastornos neuropsiquiátricos que ni siquiera sabemos que existen.
Saludos Carlos
No soy médico pero he tratado con mucha gente, y esa Juanita no está muy bien, no hay que ser muy observador para darse cuenta. Hitler también tenía mucho carisma... y sedujo a toda Alemania.
EliminarSaludos, Manuel