Francisco Macías Nguema, el primer presidente de Guinea Ecuatorial, se convirtió en una de las figuras más aterradoras y dementes de la historia moderna.
Aunque su presidencia comenzó pacíficamente en 1968, pronto se sumergió en una espiral de paranoia y violencia extrema.
La brutalidad de Macías se manifestó tempranamente cuando arrojó a su oponente político, Athanasio Ndongo Millonnais, por una ventana, intentando incluso fotografiar el acto para publicarlo en Newsweek. Su estado mental se deterioró rápidamente, llevándolo a buscar ayuda psiquiátrica en España, aunque sin éxito.
En 1969, Macías demostró su crueldad al ejecutar a unos 200 presuntos disidentes en un estadio de fútbol. En un acto de sadismo extremo, obligó a 36 de ellos a cavar una zanja y enterrarse hasta el cuello, para luego liberar hormigas rojas que los devoraron vivos, todo mientras sonaba música a todo volumen por los altavoces.
El culto a la personalidad de Macías alcanzó niveles absurdos. Se autoproclamó "Milagro Extraordinario" y "Padre Fundador", exigiendo que las iglesias lo honraran y exhibieran su imagen. Llegó al extremo de prohibir el cristianismo, declarando "No hay más dios que Macías".
Su paranoia llevó a la persecución de intelectuales, llegando a castigar con la muerte el uso de anteojos. La economía del país se paralizó, y aproximadamente la mitad de la población huyó, temiendo por sus vidas. Macías respondió minando las rutas de escape y destruyendo embarcaciones, incluso prohibiendo la pesca.
En un intento desesperado por revitalizar la agricultura, Macías recurrió a la esclavitud, ganando para Guinea Ecuatorial el apodo de "Dachau de África". Las cárceles se convirtieron en centros de tortura inimaginable.
En sus últimos años, Macías se recluyó en su villa, donde realizaba extraños rituales con las cabezas de sus víctimas, creyendo que esto le otorgaba más poder. Se cuenta que cenaba solo, hablando con los muertos.
Su caída comenzó cuando empezó a ejecutar a familiares cercanos, lo que llevó a su sobrino, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, a organizar un golpe de Estado. Antes de ser capturado, Macías quemó 100 millones de dólares en efectivo e intentó huir con millones en su maleta.
Tras un juicio, Macías fue condenado a muerte por genocidio, asesinato en masa y malversación de fondos. Su ejecución tuvo que ser llevada a cabo por tropas marroquíes contratadas, ya que amenazó con regresar como fantasma para atormentar a sus ejecutores.
El legado de Macías es devastador: se estima que hasta 80,000 personas, una cuarta parte de la población, fueron asesinadas durante su gobierno. El ingreso per cápita cayó de $1,420 a solo $70 por año, y la esperanza de vida se redujo en 30 años. Su régimen dejó a Guinea Ecuatorial sumida en la pobreza extrema y el terror, un recordatorio escalofriante del poder destructivo de la tiranía.
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