Si los animales pudieran hablar y nosotros fuéramos capaces de entenderlos, su mayor reproche hacia los humanos sería probablemente el especismo.
Esta ideología justifica su explotación y dominación simplemente porque no son humanos.
El especismo es lo que permite a los humanos decretar que un perro tiene derecho a ser amado y protegido, mientras que un cerdo será encerrado, torturado y asesinado para ser comido. Es lo que hace que un delfín merezca ser "salvado", pero un atún pueda ser masacrado por millones sin que nadie se conmueva. Esta jerarquización arbitraria de las vidas es una traición total a su sentiencia, sus emociones, sus necesidades y su individualidad.
Pero más allá del especismo, los animales tendrían muchas cosas que reprochar a los humanos:
No escuchar sus lenguajes Los animales ya comunican entre ellos y con nosotros. Tienen lenguajes orales, códigos sonoros, expresiones faciales y posturas corporales. Sin embargo, en lugar de intentar comprenderlos, la mayoría de los humanos los reducen a simples "instintos" o "autómatas biológicos". Sin embargo, estudios han demostrado que algunos pájaros tienen dialectos, que los elefantes tienen rituales funerarios y que los cerdos pueden expresar decenas de emociones a través de sus vocalizaciones. La humanidad simplemente se niega a escucharlos.
La explotación sistemática Encerrados, inseminados a la fuerza, mutilados, genéticamente modificados, separados de sus familias, asesinados sin consentimiento... La explotación animal es una violencia institucionalizada, justificada por la idea de que no merecen nada mejor. Sin embargo, si un humano sufriera aunque sea una fracción de estos tratos, sería inmediatamente reconocido como una barbarie. Este doble rasero es un insulto a su inteligencia y sensibilidad.
La destrucción de sus hábitats Ya sea la deforestación, la contaminación de los océanos, la urbanización masiva o el calentamiento global, los humanos destruyen sin escrúpulos los territorios de otras especies. Cada año, miles de especies desaparecen debido a las actividades humanas, y las que sobreviven a menudo son empujadas a espacios cada vez más reducidos. Este robo de su entorno es una violencia inaudita.
El desprecio por sus emociones y relaciones sociales Los animales tienen amistades, familias, amores y duelos. Tejen lazos y sufren por la separación y la soledad, exactamente como los humanos. Pero en lugar de reconocer esto, los humanos rompen estas relaciones sin la menor consideración: las vacas son separadas de sus terneros, los pájaros son capturados y aislados en jaulas, los elefantes son arrancados de sus manadas para los zoológicos. Su angustia es ignorada.
El engaño perpetuado por la industria Los humanos ocultan la realidad de la explotación animal detrás de palabras engañosas: "cría", "carne", "productos de origen animal". Detrás de estos términos asépticos se esconden individuos sensibles, que viven, sienten y sufren. La industria agroalimentaria ha hecho todo lo posible para ocultar los mataderos, evitar palabras como "asesinato", "violencia", "cautiverio". Si los animales pudieran hablar, denunciarían esta hipocresía permanente que permite a los humanos seguir explotando mientras se dan buena conciencia.
La hipocresía del "bienestar animal" Los animales probablemente dirían que no necesitan una "mejor" esclavitud, sino libertad y respeto. Mejorar las condiciones de explotación no cambia el hecho de que es una explotación. No es una "victoria" ofrecer 10 cm² más a una gallina antes de matarla o "reducir su estrés" antes del asesinato. Lo que querrían es que la humanidad dejara de decidir por ellos sobre su existencia y su muerte.
Conclusión: los humanos son los únicos que no escuchan los gritos de los animales
Los animales ya hablan, ya expresan su sufrimiento, su miedo, su alegría y su deseo de vivir. El problema no es que no comuniquen, sino que los humanos se niegan a escuchar. El día que dejemos de verlos como recursos o como objetos, nos daremos cuenta de lo rico, complejo y digno de respeto que es su mundo.
Si los animales tuvieran una voz que todos pudiéramos entender, no pedirían "derechos" o "compasión", sino simplemente el fin de su opresión.
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