Tiglat-Pileser III gobernó Asiria entre el 745 y el 727 a.C., aunque a veces se menciona erróneamente hasta el 725 a.C.
¿Por qué este rey es infravalorado a pesar de su impacto histórico? La respuesta está en su carácter de reformador radical, un visionario que transformó el caos en orden y convirtió a Asiria en el primer imperio verdaderamente mundial. Ver La sabiduría secreta de Maquiavelo
Cuando Tiglat-Pileser III llegó al poder, Asiria era un territorio fragmentado, sumido en la rebelión y gobernado por líderes débiles e ineficientes. Los gobernadores de las provincias actuaban casi como reyes independientes, amenazando la unidad del reino. El ejército, compuesto por reclutas estacionales y lealtades divididas, era poco confiable. Ante este panorama, el nuevo rey actuó con rapidez y determinación.
Centralizó el poder como nadie antes lo había hecho, limitando la influencia de los gobernadores y reorganizando el gobierno para asegurar su autoridad absoluta. Dividió el imperio en provincias más pequeñas, aumentando su número y colocando al frente a funcionarios leales, lo que permitió un control más eficiente y un gobierno más cohesionado. No solo eso: estableció un ejército permanente, profesional y bien entrenado, equipado con innovaciones militares como carros de guerra y unidades de caballería, que transformaron a Asiria en una potencia militar imparable.
Pero su estrategia no se limitó a la fuerza. Para asegurar la paz interna, Tiglat-Pileser III trasladó a las poblaciones rebeldes lejos del centro del poder, una táctica de reubicación forzada que más tarde imitarían otros grandes imperios. Sus campañas militares eran rápidas, implacables y brutales, diseñadas para sembrar el terror entre los enemigos y consolidar el dominio asirio.
Aprovechando su poder militar y administrativo, Tiglat-Pileser III comenzó a expandir su imperio. Conquistó ciudades y regiones clave, convirtiendo a Asiria en un imperio mundial. En lugar de contentarse con cobrar tributos, integró los territorios conquistados como provincias, recaudando impuestos y aplicando un sistema administrativo eficiente que sería modelo para futuros imperios.
A pesar de su éxito, Tiglat-Pileser III ha sido eclipsado por gobernantes posteriores más famosos. Sin embargo, sin sus reformas y conquistas, no habría existido el imperio asirio tal como lo conocemos. Su legado quedó oscurecido por el colapso del dominio asirio y la pérdida de muchos de sus registros históricos.
La historia posterior se centró más en otros grandes imperios, y los historiadores modernos suelen mirar hacia otras civilizaciones, olvidando a menudo la importancia de Asiria y de su verdadero fundador imperial. Tiglat-Pileser III fue el arquitecto del primer imperio cosmopolita, integrando pueblos de diferentes culturas, lenguas y territorios bajo un solo gobierno. Su visión y estrategia sentaron las bases para todos los grandes imperios que vinieron después, dejando un legado imborrable en la historia de la humanidad.
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