Estrategia polémica: Marx advertía que la inmigración masiva fomentaba una sobreoferta de trabajadores, fortaleciendo el dominio capitalista y socavando los salarios nacionales.
La figura de Karl Marx está inevitablemente asociada a la defensa del proletariado y al combate contra la explotación económica. Sin embargo, en diversos momentos, Marx adoptó una postura crítica frente a la inmigración masiva, argumentando que el exceso de oferta de mano de obra funcionaba como una estrategia del capitalismo para debilitar la posición negociadora de los trabajadores autóctonos. Este matiz, muchas veces ignorado, revela una dimensión incómoda del pensamiento marxista y del apoyo de los partidos de izquierda a la inmigración. Ver La sabiduría secreta de Maquiavelo
La lógica del capital y la oferta de trabajo
Para Marx, el capitalismo no tolera estabilidad en los precios del trabajo. Por el contrario, necesita una población excedente de obreros para poder imponer condiciones. Es el famoso “ejército industrial de reserva”, al que Marx dedica buena parte de su análisis en El Capital.
Ese ejército de reserva permite presionar a la baja los salarios y disponer de trabajadores dispuestos a aceptar condiciones precarias. Al importar obreros más baratos, se refuerza la competencia entre asalariados. Marx veía en ese mecanismo una estrategia deliberada del capital para aumentar su margen de explotación. Ver Las 20 leyes de la astucia
Marx contra la importación de obreros irlandeses
Un ejemplo concreto e ilustrativo es la postura crítica de Marx ante la importación de trabajadores irlandeses hacia Inglaterra. En La condición de la clase obrera en Inglaterra, Marx observa:
“Nada más es posible, por tanto, que los salarios del obrero inglés sean forzados cada vez más hacia abajo en toda rama en la que el irlandés compite con él.”
Este pasaje deja claro que, desde su perspectiva, la inmigración irlandesa era utilizada por los capitalistas británicos para deprimir los sueldos de los trabajadores ingleses. Así, Marx no condenaba simplemente al inmigrante, sino la función que cumplía ese trabajador adicional dentro de la relación capital-trabajo: intensificar la competencia y rebajar la remuneración.
El conflicto interno de clase y el nacionalismo
Marx, sin embargo, no se limitaba a ver al inmigrante como enemigo. En sus análisis también señalaba cómo este conflicto fomentaba divisiones en la clase trabajadora. Escribía:
“El obrero inglés ordinario odia al obrero irlandés como a un competidor que rebaja su nivel de vida. Se considera a sí mismo miembro de la nación dominante y, en consecuencia, se convierte en herramienta de los aristócratas y capitalistas ingleses contra Irlanda. Este antagonismo es el secreto de la impotencia de la clase obrera inglesa.”
Aquí aparece otra estrategia del capital: polarizar la clase obrera por nacionalismos o prejuicios, debilitando la unidad frente al patrón. 
La inmigración como palanca del capital global
La lógica que aplicaba Marx al caso inglés e irlandés puede generalizarse. En el mundo moderno, la inmigración de trabajadores con pocos derechos y bajos salarios cumple una función sistemática: deslocalización de capitales, presión sobre convenios laborales y apertura de mercados de trabajo donde el capital impone condiciones. Esa es justamente una estrategia del capital global para maximizar sus beneficios.
Marx anticiparía que esa dinámica genera antagonismos internos en las clases subalternas: nacionales contra inmigrantes, obreros con contrato frente a informales. Es un juego de “divide y vencerás” que fortalece el poder burgués.
Cómo enfrenta Marx la tensión ética
¿Acusaba Marx a los inmigrantes? No exactamente. Su crítica apuntaba al uso del inmigrante como instrumento de presión. Esa distinción es clave. Mientras condenaba la explotación, también advertía que los obreros nacionales caían en trampas ideológicas al volverse hostiles contra los recién llegados.
Marx buscaba que la estrategia sindical y política incluyera a los inmigrantes en la lucha común. Su enemigo no era el migrante, sino el capital que instrumentaliza su fuerza de trabajo contra otros trabajadores.
Contradicciones y debates posteriores
El marxismo moderno ha debatido esta faceta controversial. Algunos lo presentan como una contradicción entre el internacionalismo y la defensa territorial del salario. Otros lo entienden como una crítica de táctica, no de principio. La cuestión central es: ¿cómo combinar la solidaridad internacional con la defensa del salario nacional sin caer en xenofobia?
Algunos intérpretes sostienen que Marx no fue consistentemente antiinmigración, sino que adaptó su discurso según el contexto del proletariado inglés de su tiempo, marcado por flujos irlandeses masivos.
Relevancia contemporánea de la polémica
Hoy, cuando millones migran por crisis económicas o guerras, el dilema vuelve a surgir. Gobiernos y patronos usan la inmigración como herramienta de presión salarial. La estrategia sigue siendo la misma: abaratar el trabajo, debilitar sindicatos y generar competencia interna.
La historia que Marx observaba con los irlandeses en Inglaterra resuena en los debates actuales sobre inmigración laboral, regulación migratoria y políticas sociales. La tensión entre apertura, derechos humanos y defensa laboral vuelve a emerger.
Conclusiones estratégicas para hoy
Karl Marx entendía que la inmigración masiva puede servir como palanca para que el capital refuerce su dominio al sobreofrecer trabajadores y dividir la clase obrera. En su análisis del caso irlandés, denunció cómo esa estrategia rebajaba los salarios locales al importar competencia barata.
Pero Marx también identificó que el combate real no estaba en excluir a los inmigrantes, sino en integrar a todos los trabajadores en una lucha unificada contra el sistema que los oprime. La reflexión vigente es que cualquier política migratoria debe concebirse desde la unidad de clase, no desde el antagonismo nacional o étnico.
Así, la actitud de Marx —crítica a la inmigración como instrumento capitalista, pero defensora de la inclusión obrera— deja una enseñanza: la defensa del salario no puede aislarse del combate contra la lógica explotadora ni caer en discursos de exclusión. La verdadera estrategia reside en fortalecer la conciencia colectiva, sin caer en trampas ideológicas que fragmenten al proletariado.
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