Sentencias de la mundana falsedad y las vanidades de los hombres
1. Todo vive sujeto a la fragilidad y al accidente; todo caduca, todo enferma, todo muere, hasta la ley que nos conserva.
2. Vasallos todos, desde el menor hasta el mayor, del tiempo y la fortuna.
3. La gloria mundana se acaba con el mundo, y para nosotros el mundo se acaba con la vida.
4. El engaño, enfermedad natural de enamorados y ambiciosos.
5. El enfermo de avaricia fácilmente con dádivas se tuerce.
6. Así como es imposible vivir el hombre sin vida, así es imposible estar sin amar el corazón.
7. Entre las desventuras, ninguna hay mayor que la falta de alegría.
8. La pasión no tiene ojos, quizá de ahí le vino al amor no tenerlos.
9. No hay cosa que más avive el amor que el
temor a perderle.
10. El amor consiste en fe, no en ciencia.
11. No es menos ofensiva arma la caricia en las mujeres que la espada en los hombres
12. Palabra sin verdad, pala sin grano.
13. Por astuto que ande el que es enemigo, se le ve el corazón en los labios.
14. Mal me va, cuando mis enemigos me hacen coplas.
15. Sólo el que manda con amor es servido con fidelidad.
16. Ventura del siglo en que queda algún rastro de amistad verdadera.
17. A las malas lenguas favorecidas de la envidia, ni Dios las hará callar.
18. No hay dicha cumplida donde hay esperanzas que alientan y temores que acobardan.
19. El hipócrita finge lo que no tiene.
20. Guárdense los poderosos de la tierra de reducirse a ser temidos, porque son inseparables afectos el temor y el odio.
21. En los gobiernos humanos, todo el sol suele caer a una parte, todas las tempestades a otra.
22. No se fíe nadie, por bien a caballo ni alto que se halle; que con más fuerza tropieza y cae el más fuerte que el más cojo y flojo.
23. Los verdaderos grandes, sólo los de ánimo grande.
24. La gracia de Dios y de los poderosos ordinariamente andan de pelea.
25. Los reyes siempre quieren la traición, pero aborrecen al traidor.
26. Ninguno se puede llamar señor de otro por violencia; tirano, sí.
27. Ni al tonto le sienta bien el artificio ni al príncipe la mentira.
28. Donde hay poca justicia es peligroso tener razón.
29. Prevenir deben los labios del pleiteante las orejas del juez, no el ceño.
30. En los jueces es menester más una buena intención que unos buenos ojos, porque si no penetran el ánimo, las apariencias le engañarán.
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