Era una vez una carrera… de sapos.
El objetivo era llegar a lo alto de una gran torre. Había en el lugar una gran multitud. Mucha gente para vibrar y gritar por ellos.
Comenzó la carrera.
Pero como la multitud no creía que pudieran alcanzar la cima de aquella torre, lo que más se escuchaba era:
La carrera de los sapos |
“¡Qué pena! Esos sapos no lo van a conseguir… no lo van a conseguir…”
Los sapitos comenzaron a desistir. Pero había uno que persistía y continuaba subiendo en busca de la cima.
La multitud continuaba gritando: “… ¡¡¡Qué pena!!! ¡Ustedes no lo van a conseguir!…”
Y los sapitos estaban dándose por vencidos, salvo por aquel sapito que seguía y seguía tranquilo y ahora cada vez más con más fuerza.
Ya llegando el final de la competición todos desistieron, menos ese sapito que curiosamente, en contra de todos, seguía y pudo llegar a la cima con todo su esfuerzo.
Los otros querían saber qué le había pasado. Un sapito le fue a preguntar cómo el había conseguido concluir la prueba.
Y descubrieron que…
A veces no hay nada mejor que hacerse el sordo o el tonto. Se sufre menos y se consigue más.
ResponderEliminarUn saludo, Carlos.
Sobre todo frente a otros tontos o sordos, el placer es mayor.
EliminarUn saludo, Cayetano
Conozco el relato. Me gusta mucho puesto que a veces, hay que dejar de oír a quienes te dices que no podrás...Sucedió cuando me convertí en inmigrante...Muchos me dijeron que no podría...
ResponderEliminarSaludos Carlos
Pues ahora, se lo puedes pasar por delante de las narices. Por agoreros.
EliminarSaludos, Manuel
Ya lo hice... :D
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