Cuando miras a Japón desde el exterior, a menudo te deslumbras por su avance tecnológico, su poderosa economía, su cultura única y sus empresas de renombre mundial.
A primera vista, parece una nación perfecta. Sin embargo, en una inspección más cercana, descubrimos un lado oscuro muy real.
Japón es el hogar de millones de personas que han fracasado social y profesionalmente, ya sea por no alcanzar los objetivos profesionales que se fijaron o por no poder mantenerse a sí mismos o formar una familia. Estas personas son conocidas como la "generación perdida" en Japón y representan alrededor del 15% de la población.
Para entender mejor esta situación, hay que remontarse a la década de 1980.
En la década de 1980, Japón estaba en camino de convertirse en una gran potencia económica mundial, gracias a lo que se conoció como el "milagro japonés", es decir, un crecimiento económico exponencial durante tres décadas. El modelo económico japonés se consideraba entonces más eficiente que el occidental.
La economía japonesa se basaba esencialmente en un conglomerado de grandes empresas, los keiretsu, que poseían acciones en otras empresas del mismo grupo. Aunque independientes, estas empresas se apoyaban mutuamente a todos los niveles. Además, se beneficiaron de préstamos ilimitados del Banco Nacional Japonés, lo que les permitió expandirse globalmente, mientras que el gobierno japonés limitó la expansión de empresas extranjeras en su mercado.
Este sistema económico, aunque imperfecto, funcionó. Como resultado, el mercado bursátil japonés explotó y los productos japoneses conquistaron los mercados mundiales. Los jóvenes japoneses aspiraban entonces a estudiar y encontrar trabajo en una de estas empresas, que ofrecía estabilidad laboral de por vida.
Junto con este crecimiento económico meteórico, los precios de los bienes raíces y los valores del mercado de valores se han disparado. A finales de los años 80, impulsados por la convicción de que el crecimiento económico continuaría, los japoneses se lanzaron al sector inmobiliario, pensando que multiplicarían sus inversiones. Conjuntamente, el Banco Nacional Japonés imprimió dinero en masa y facilitó la concesión de préstamos. Todo parecía perfecto y prometedor hasta que la burbuja estalló.
A principios de la década de 1990, el mercado bursátil japonés colapsó, arrastrando a la baja los precios de los bienes raíces. ¿Cuáles fueron las consecuencias?
Los japoneses de a pie se quedaron con mucho menos dinero para gastar, y nadie quería invertir en empresas japonesas, poniendo así fin al rápido crecimiento económico del país. Las fallas en el sistema económico de Japón salieron a la luz, revelando un alto nivel de corrupción, caracterizado por el soborno y la manipulación del mercado de valores.
Aunque todos los países experimentan ciclos de crecimiento y recesión, el caso de Japón ha sido único. El estallido de la burbuja tuvo consecuencias desastrosas para millones de personas, acabando con toda una generación, ahora conocida como la "Generación Perdida".
¿Por qué tantas personas no han podido superar esta prueba?
Para responder a esta pregunta, es necesario comprender el funcionamiento y la cultura del trabajo en Japón, que difiere radicalmente de los de otros países. En Japón, la trayectoria profesional suele comenzar después de obtener un título universitario, durante un período de intensa contratación llamado shūshoku katsudō. Las empresas contratan principalmente a jóvenes graduados, a menudo para puestos vitalicios (shūshin koyō).
Este sistema tiene ventajas en términos de estabilidad, pero también tiene grandes desventajas. Crea un mercado laboral rígido y desequilibrado. Si no encuentras un trabajo después de la universidad, tus posibilidades de trabajar en una gran empresa son casi nulas.
El problema es que cuando estalló la burbuja, las empresas japonesas congelaron la contratación durante casi una década para preservar su fuerza laboral existente. Aunque el reclutamiento se reanudó a principios del siglo XXI, los jóvenes graduados del período de congelación de contrataciones perdieron su única oportunidad de conseguir el trabajo de sus sueños. Estas personas constituyen la "generación perdida".
Las consecuencias de este período, llamadas las "décadas perdidas" en Japón, van mucho más allá de esta generación. Toda la sociedad japonesa lo ha sufrido. Millones de personas de entre 30 y 40 años tienen empleos mal pagados en comparación con sus aspiraciones, o están desempleadas. Muchos todavía viven con sus padres, debido a la falta de medios. Esta generación, que representa el 15% de la población japonesa, es la que debería estimular la economía.
Además, Japón está envejeciendo a un ritmo alarmante, en parte debido a la baja tasa de natalidad vinculada a la precaria situación económica de esta generación. Sin embargo, los sistemas de pensiones se basan en el principio de solidaridad entre generaciones, y este desequilibrio demográfico pone en peligro la sostenibilidad del sistema.
Por último, en Japón ha surgido otro fenómeno preocupante: el hikikomori. Se trata de jóvenes, a menudo de la generación perdida, que se han aislado del mundo y viven recluidos en casa".
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Actualmente 2024, por la baja tasa denatalidad y escasez de mano de obra, ya no existe el empleo de por vida antiguo, las empresas pequenas ofrecen puestos con salarios bajos, pero con gratificaciones aL CONTRATAR, Y BONIFICACIONES EN ALIMENTACION Y ALOJAMIENTO, las empresas grandes si ofrecen salarios 20% mas elevadosA los universitarios que se graduaran este ano ya los estan contratando a los mejores, pero el resto no encontraran vacantes por la crisis economica.papau.Li,ma Peru.
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