Un granjero australiano liberó 24 conejos en la naturaleza. Seis años después, tenía más de 20.000.
Hoy, son más de 200 millones: en 1859, un cargamento aparentemente inocente de 24 conejos llegó a la propiedad del colono inglés Thomas Austin en Victoria, Australia. Austin no sabía que su intento de recrear el campo inglés para partidas de caza desencadenaría una de las catástrofes ecológicas más destructivas de la historia.
Un nuevo estudio revela que casi la totalidad de los 200 millones de conejos que asolan actualmente Australia pueden ser genéticamente vinculados a ese único cargamento. A diferencia de los conejos domésticos introducidos anteriormente que no lograron adaptarse, los conejos de Austin se cruzaron con conejos salvajes, lo que los hizo lo suficientemente robustos para sobrevivir - y prosperar - en el continente.
Mediados del siglo XIX ofreció condiciones ideales para su propagación: un paisaje transformado en pastizales, menos depredadores y un clima que resultó demasiado acogedor. Los conejos se extendieron a una velocidad vertiginosa de más de 100 kilómetros por año, devastando ecosistemas nativos, destruyendo cosechas y costando a la agricultura australiana alrededor de 200 millones de dólares anuales.
Aunque algunos expertos afirman que otras introducciones de conejos también jugaron un papel, los conejos de Austin siguen siendo el centro de la crisis. Los científicos creen que entender los orígenes de los conejos podría arrojar luz sobre estrategias, como patógenos dirigidos, para controlar su número. Por ahora, el problema de los conejos en Australia sirve como advertencia sobre la rapidez con la que la naturaleza puede escapar de todo control a partir de un acto bien intencionado.
Y tú, ¿qué opinas?
Te invito cordialmente a compartir esto con todos tus amigos. Tu apoyo significa mucho. ¡Gracias de antemano!
Comentarios
Publicar un comentario