La intuición es una de esas cosas que, aunque no se pueda explicar del todo, nos dice algo profundo sobre una situación, y muchas veces, cuando le hacemos caso, resulta estar en lo cierto.
Es como una especie de "sensación interna" que nos guía, y aunque no siempre se puede poner en palabras, esa sensación a menudo sabe más de lo que creemos.
Recuerdo una vez que estaba trabajando en un proyecto importante, y uno de mis compañeros de trabajo, aparentemente muy confiable, me sugirió un cambio en la dirección que iba a tomar. Había algo en mi interior, una especie de corazonada, que me decía que no era una buena idea, aunque todo parecía correcto en papel. Al principio, intenté racionalizarlo, porque todo apuntaba a que su sugerencia tenía sentido. Pero mi intuición seguía diciéndome que no lo hiciera.
Decidí ignorar la recomendación y continuar con mi plan original. Pasaron unos días, y resultó que la sugerencia de mi compañero realmente habría sido perjudicial para el proyecto. Fue uno de esos momentos en los que, al final, me di cuenta de que mi intuición había sido mucho más confiable que cualquier análisis lógico que podía hacer.
A veces, la intuición es una forma de nuestro cerebro de hacer conexiones rápidas basadas en experiencias previas o en conocimientos que no somos conscientes de tener. Es como si tu mente recogiera señales y patrones que no puedes ver de manera consciente, pero que tu cuerpo o tu “sentir” sí percibe.
Claro, no siempre será acertada, y hay que saber diferenciar entre lo que es intuición y lo que puede ser solo miedo o inseguridad. Pero, en general, cuando esa sensación profunda te dice algo, y especialmente si no hay una razón clara para ignorarla, vale la pena hacerle caso. La intuición tiene algo muy valioso: muchas veces nos salva de situaciones que de otro modo no habríamos previsto.a
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