El sacrificio de Rusia en su invasión a Ucrania, tres años después, se ha convertido en un símbolo de los límites del poder militar y de los costos imprevistos de la guerra moderna.
Ninguna de las promesas iniciales de Moscú se ha cumplido, y el país enfrenta hoy una crisis integral que afecta a su economía, su sociedad y su posición en el mundo. Ver Las 20 leyes de la astucia
La inflación en Rusia, aunque en realidad está muy por debajo del 35% que mencionan algunos informes sensacionalistas, sí ha superado ampliamente los objetivos oficiales, alcanzando cifras preocupantes que superan el 9% anual y amenazan la estabilidad financiera interna. Sin embargo, la presión sobre las finanzas públicas es evidente: el gasto militar ha crecido un 185% desde finales de 2021, mientras que los ingresos apenas han aumentado un 47%. El fondo nacional de riqueza se ha visto seriamente mermado y las reservas de armas heredadas de la era soviética están prácticamente agotadas.
En el frente militar, Rusia no logró tomar Kiev y fue derrotada en múltiples regiones clave como Jersón, Mykolaiv, Zaporiyia, Chernihiv, Sumy y Kharkiv. Las pérdidas humanas son abrumadoras: se estima que al menos 200.000 soldados rusos han muerto o resultado heridos, y las cifras totales de bajas, incluyendo heridos y muertos, superan el millón. La movilización forzada, la primera desde la Segunda Guerra Mundial, ha generado un profundo malestar social. Además, la flota del Mar Negro ha sido diezmada, con la pérdida de buques insignia como el ‘Moskva’.
La economía rusa sufre un sobrecalentamiento y una militarización excesiva de sus industrias, lo que ha llevado a tipos de interés desorbitados y a una dependencia cada vez mayor de China y de aliados como Irán y Corea del Norte para el suministro de armas y municiones. El mercado europeo de gas, históricamente lucrativo para Rusia, se ha perdido casi por completo, y el país está perdiendo terreno en los mercados petroleros globales.
El sacrificio ruso también se refleja en la emigración masiva de jóvenes profesionales, que huyen del clima de incertidumbre y de la amenaza de reclutamiento forzoso. Mientras tanto, Ucrania, a pesar de la destrucción y la contracción económica inicial, ha mantenido el control del 80% de su territorio y ha adquirido armas occidentales avanzadas que superan a los sistemas rusos. El peso internacional de Ucrania ha crecido exponencialmente, y la OTAN ha reforzado su frontera con Rusia tras la adhesión de Finlandia y Suecia.
En el ámbito geopolítico, Rusia ha perdido influencia en regiones clave como Siria y el Cáucaso, y su potencial militar tardará décadas en recuperarse. El país sigue atrapado en el Donbás, sin lograr avances estratégicos significativos.
La pregunta central sigue siendo: ¿valió la pena el sacrificio? Desde una perspectiva integral, la respuesta es clara: el coste humano, económico y estratégico para Rusia ha sido devastador, y los objetivos iniciales de la invasión están cada vez más lejos de alcanzarse. El sacrificio ruso, en lugar de fortalecer al país, lo ha debilitado profundamente y ha transformado a Ucrania en un actor clave de la geopolítica europea.
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