Corría el año 390 a.C. cuando Roma enfrentaba una grave crisis debido a la invasión de los galos comandados por Breno. La ciudad había sido saqueada y los romanos se refugiaron en el Capitolio, un templo sagrado situado en la colina del mismo nombre, llevando consigo oro y otras riquezas para protegerlas del invasor. Este era el último baluarte de su resistencia. Ver La pasta de dientes en la antigüedad En el Capitolio había una cría de gansos, animales considerados sagrados. Una noche, los galos decidieron atacar la fortaleza, el último refugio romano desde donde los sitiados ofrecían feroz resistencia. Mientras escalaban la muralla en la oscuridad, fueron sorprendidos por el graznido de los gansos, que despertaron a los guardias romanos. Estos rechazaron el ataque con gran valor, ayudados por los gansos que, además de graznar, atacaban a los intrusos con picotazos certeros. Así, los gansos pasaron a la historia como los salvadores del Capitolio romano. Ante la situación desesperada