En sus memorias de las décadas de 1940 y 1950, publicadas tras su muerte a raíz del famoso «asesinato del paraguas» en Londres en 1978, el escritor disidente búlgaro Georgi Markov cuenta una historia que es emblemática del periodo de la posguerra, no sólo en su país, sino en el conjunto de Europa. Se trataba de una conversación entre uno de sus amigos, que había sido arrestado por desafiar a un oficial comunista que se había saltado la cola del pan, y un oficial de la milicia comunista búlgara: —Y ahora cuéntame: ¿quiénes son tus enemigos? —preguntó el jefe de la milicia. K. se quedó un momento pensativo y contestó: —Realmente no lo sé, creo que no tengo enemigos. —¡No tienes enemigos! —El jefe alzó la voz— ¿Pretendes decir que no odias a nadie y que nadie te odia a ti? —Nadie, que yo sepa. —Estás mintiendo —gritó de repente el teniente coronel, levantándose de la silla—. ¿Qué clase de hombre eres que no tienes enemigos? ¡Si no tienes enemigos está claro que no pert