En 1790, el viajero y explorador James Bruce observó un hecho curioso en el Cabo de Sudáfrica: los campesinos locales mantenían a las hienas manchadas como mascotas, lo cual sorprendía a los europeos, acostumbrados a ver a estos animales como fieros depredadores.
En sus escritos, Bruce menciona que las hienas eran incluso preferidas sobre los perros domésticos. Según él:
"Son preferidas al perro mismo por su apego a su amo, su sagacidad general, e incluso, se dice, por sus calificaciones en la caza".
Esto sugiere que, además de su lealtad y capacidad de caza, las hienas tenían una conexión especial con los humanos, rompiendo el estereotipo de su naturaleza exclusivamente salvaje y peligrosa.
Más tarde, en 1801, Sir John Barrow, en su obra Relato de viajes al interior del sur de África, también hizo una observación sorprendente sobre la domesticación de hienas en esta región. En los montes nevados de Sudáfrica, los habitantes habían entrenado hienas para cazar animales de gran tamaño. Según Barrow, las hienas eran:
"Tan fieles y diligentes como cualquiera de los perros comunes".
Estas afirmaciones dan una perspectiva fascinante sobre cómo los humanos de distintas culturas llegaron a aprovechar las habilidades naturales de las hienas manchadas, animales conocidos por su fuerza y su capacidad para cazar en grupo. Su uso en la caza, combinado con su lealtad a sus amos, demuestra que los humanos en ciertas regiones del sur de África veían a las hienas como mucho más que simples depredadores; las consideraban compañeros útiles y fiables.
Avanzando en el tiempo, encontramos otra evidencia sorprendente de la relación entre humanos e hienas, esta vez en Harar, Etiopía. En esta antigua ciudad amurallada, existe una práctica semiurbana que involucra a las hienas manchadas, las cuales cada noche se acercan a los límites de la ciudad para ser alimentadas por los lugareños. Esta tradición ha creado un vínculo inusual entre humanos y hienas, tanto que los animales son ahora tan mansos que los turistas pueden interactuar con ellas de forma segura. De hecho, es posible alimentar a las hienas directamente de la boca, sosteniendo un palo con carne que ellas tomarán con cuidado.
Lo más interesante de esta práctica es que algunos expertos sugieren que podría ofrecer pistas sobre el proceso de domesticación de otros animales salvajes, como los lobos, antecesores de los perros modernos. Se cree que estos carnívoros comenzaron su domesticación hace miles de años, acercándose a los asentamientos humanos para alimentarse de las sobras, un comportamiento similar al de las hienas en Harar.
Esto plantea la posibilidad de que, en contextos adecuados, incluso especies que solemos considerar indomables o peligrosas, como las hienas, pueden desarrollar relaciones de cooperación y convivencia con los seres humanos. Estas interacciones nos obligan a reconsiderar nuestras percepciones sobre la naturaleza de ciertos animales y cómo la cultura y el entorno pueden influir en las relaciones entre las especies.
Y tú, ¿qué opinas?
Te invito cordialmente a compartir esto con todos tus amigos. Tu apoyo significa mucho. ¡Gracias de antemano!
Comentarios
Publicar un comentario