El arte de moverte con inteligencia en un mundo lleno de apariencias ¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas siempre salen ganando, incluso en las peores situaciones? ¿Te gustaría entender cómo piensan los que realmente mandan… y aprender a jugar con sus mismas cartas? Las 20 leyes de la astucia es el manual definitivo para quienes quieren dejar de ser ingenuos y empezar a moverse con cabeza en la vida . Este libro no es teoría vacía ni frases motivacionales: es estrategia pura, clara y directa. ¡Haz clic aquí para leer una muestra ahora! Te ofrece unas herramientas prácticas para: Entender los juegos ocultos de poder e influenci a. Detectar segundas intenciones y protegerte de ellas. Influir sin imponer, ganarte el respeto sin alzar la voz. Tomar decisiones con inteligencia emocional y visión estratégica. Convertirte en alguien más difícil de manipular , más sólido y respetado. Imagina tener la capacidad de leer entre líneas, anticiparte a los movimientos de los dem...
Los dandys nos excitan porque son inclasificables, y porque insinúan una libertad que deseamos, juegan con la masculinidad y la feminidad; inventan su imagen física, asombrosa siempre; son misteriosos y elusivos.
Casi todos nos sentimos atrapados en los limitados papeles que el mundo espera que actuemos. Al instante nos atraen quienes son más desenvueltas, más ambiguos, que nosotros: aquellos que crean su propio personaje.
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Personalidad seductora. El dandy. Rodolfo Valentino |
Cuando en 1913, a los dieciocho años de edad, Rodolfo Guglielmi emigró de Italia a Estados Unidos, no tenía ninguna habilidad particular más allá de su buena apariencia y su destreza para bailar. A fin de aprovechar estas cualidades, buscó trabajo en los "thés dansants", salones de baile de Manhattan a los que iban jóvenes solas o con amigas y pagaban a un acompañante de baile para divertirse un rato.
El bailarín las hacía girar hábilmente por la pista, galanteaba y charlaba con ellas, todo por una cuota reducida. En poco tiempo, Guglielmi se hizo fama de ser uno de los mejores: grácil, desenvuelto y guapo. Puesto que trabajaba como pareja de baile, Guglielmi pasaba mucho tiempo con mujeres. Pronto supo qué les agradaba: cómo ser su reflejo en formas sutiles, cómo relajarlas (aunque no demasiado). Así, empezó a prestar atención a su atuendo, y se creó una apariencia atildada: bailaba con un corsé bajo la camisa para procurarse una figura esbelta, lucía un reloj de pulsera (considerado afeminado en esos días) y decía ser marqués. En 1915 consiguió empleo bailando tango en restaurantes de lujo, y cambió su nombre por el más evocativo de Rodolfo di Valentino. Un año después SIGUE LEYENDO...
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