El cortesano perfecto, adulador e intrigante, prospera y alcanza su plenitud en un mundo en el cual todo gira en torno del poder y de la habilidad política. Domina a la perfección el arte de la oblicuidad. Adula, se somete a sus superiores y reafirma su poder sobre los demás de la forma más encantadora y graciosamente indirecta y falsa. Aprenda a aplicar las leyes del cortesano, y su ascenso dentro de la corte no conocerá límites.
La sociedad cortesana
Es una realidad de la naturaleza humana que la estructura de una sociedad cortesana se conforma en torno del poder. En el pasado, la corte se reunía alrededor del gobernante de turno y cumplía diversas funciones: además de divertir y entretener al soberano, era una forma de reafirmar las jerarquías de la realeza, la nobleza y las clases altas de la sociedad, así como de mantener a la nobleza a la vez subordinada y cercana al gobernante, a fin de que éste pudiese controlarla. La corte sirve al poder de muchas maneras, pero sobre todo glorifica al soberano, al rodearlo de un microcosmos obligado a esforzarse por complacerlo.
Las 48 leyes del poder. Ley 24 SEA EL CORTESANO PERFECTO |
Ser un cortesano era un juego peligroso. Un viajero árabe del siglo XIX, que había llegado a la corte de Darfur, (hoy Sudán), relató que allí los cortesanos debían hacer todo lo que hacía el sultán: si éste se había lastimado, debían infligirse la misma herida, si se caía del caballo durante una expedición de caza, también ellos debían caerse. Esta mimetización solía observarse en las cortes de todo el mundo. Aun así, se corrían graves riesgos de desagradar al soberano: un movimiento en falso podía causar la muerte o el exilio. El cortesano exitoso dominaba el arte de hacer equilibrio sobre la cuerda floja: debía complacer, pero no demasiado, obedecer pero diferenciándose de algún modo de los demás cortesanos, evitar distinguirse tanto que provocara inseguridad en el gobernante.
Los grandes cortesanos de la historia han dominado la ciencia de la manipulación. Son quienes hacen que el rey se sienta más real y que todos los demás teman su poder de cortesano. Son los magos de la apariencia, pues saben que en la corte la mayoría de las cosas se juzgan según lo que parecen. Los grandes cortesanos son amables y corteses. Su agresión es indirecta y velada. Son maestros de la palabra, nunca dicen más de lo estrictamente necesario y sacan el mayor beneficio tanto de un cumplido como de un insulto velado. Son imanes del placer, la gente busca su presencia porque saben cómo agradar, aunque nunca recurren a la lisonja servil ni se humillan. El gran cortesano se convierte en el favorito del rey y disfruta de todos los beneficios de tal posición. A menudo, termina siendo más poderoso que el propio soberano, pues es un mago de la acumulación de influencia.
Hoy en día, muchos consideran la vida cortesana como una reliquia del pasado, una curiosidad histórica. Según Maquiavelo, razonan "como si los cielos, el Sol, los elementos y los hombres hubiesen cambiado el orden de sus movimientos y su potencia, y fuesen diferentes de lo que eran en otros tiempos". Si bien ya no existe ningún Rey Sol, todavía hay muchas personas que creen que el Sol gira en torno de ellas. La corte real podrá haber desaparecido, o al menos perdido su poder, pero las cortes y los cortesanos todavía existen, por el simple hecho de que sigue existiendo el poder. Hoy es muy raro que se le exija a un cortesano caerse del caballo como su amo, pero las leyes que gobiernan las políticas de la corte son tan atemporales como las leyes del poder. Por lo tanto, hay mucho que aprender de los grandes cortesanos, tanto del pasado como del presente.
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El delicado juego del cortesano: una advertencia
Talleyrand fue el prototipo del cortesano consumado, sobre todo en lo relativo a servir a su amo, Napoleón. Cuando los dos hombres recién comenzaban a conocerse, Napoleón dijo una vez, como al pasar: "Uno de estos días iré a almorzar a su casa". Talleyrand poseía una casa en Auteuil, en los suburbios de París. "Encantado, mon général -respondió el ministro-. Y, dado que mi casa está cerca del Bois de Boulogne, por la tarde podrá entretenerse practicando tiro."
"No me gusta practicar tiro -contestó Napoleón-, pero me encanta cazar. ¿En el Bois de Boulogne hay jabalíes?" Napoleón era oriundo de Córcega, donde la caza del jabalí era uno de los deportes más importantes. Al preguntar si había jabalíes en un parque parisiense, quedaba como un aldeano rústico, carente de cultura ciudadana. Talleyrand no se echó a reír pero no pudo resistir la tentación de...
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Perros fieles, pelotilleros, lameculos y lacayos de alto standing.
ResponderEliminarSin embargo, la palabra "cortesana" tenía otro significado, diferente pero no mejor necesariamente.
Un saludo.
Ahora es una época muy interesante en la que el Rey empieza a ser abandonado por cortesanos que ahora buscan medrar a cobijo del futuro monarca. Hemos de ver y oir noticias muy divertidas, aunque caras al erario publico.
EliminarY de cortesanas, qué vamos a contar que no haya sido noticia estas semanas con casita incluida en los montes del Prado del Rey
Estamos en su smanos, Cayetano. Un saludo
Me ha dado risa tu comentario sobre que al Rey lo están dejando solo porque ya parece caduco...
ResponderEliminarNo ha cambiado mucho la actitud de los cortesano. Quizás las formas, pero incluso en eso...
Saludos Carolus
Pues a mi entender, es la cruda realidad, tanto en monarcas como en carguillos de todo a 100 que abundan y proliferan
EliminarPor eso escribí este libro:
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Saludos, Manuel