Hay 5 formas de lidiar con los idiotas. Estas técnicas dependen del imbécil al que te enfrentes, de ti, de tu carácter, de tu estado de ánimo del momento, y también y sobre todo del vínculo social que te une a la "bestia".
En efecto, la forma de reaccionar ante un imbécil es esencialmente una función de la existencia de un vínculo de subordinación con él y al que estarías sujeto. Si tienes la obligación moral y contractual de respetar la autoridad de un idiota, el margen de maniobra se te reduce drásticamente.
Manejo de pendejos, gilipollas y boludos |
Volver a poner en su lugar a un padre, un jefe, un maestro, un funcionario administrativo, el "jefe" del patio de recreo o al amigo de un amigo no está exento de riesgos para la tranquilidad de tu jornada: deterioro de las relaciones familiares, amistosas, escolares, administrativas, profesionales, etc.
En cambio, si las relaciones sociales no forman parte formal o simbólicamente de las relaciones jerárquicas a favor del pendejo, tenemos mucha más libertad para enfrentarnos con “armas” iguales “al objeto de nuestra molestia; como durante una velada con amigos, un intercambio de opiniones en Internet, una caminata, en un concierto, un viaje en metro, una compra en la tienda, un viaje en autobús, etc.
Tenemos por tanto dos tipos de entornos más o menos favorables para el manejo del pendejo. El primero y menos práctico parece una escalera vertical con un idiota encima de ti que abusa descaradamente de su poder. El segundo es similar al terreno llano, más propicio para la confrontación directa. Si ahí tienes más margen de maniobra, el imbécil también lo tiene.
El gilipollas se encargará de sacarte rápidamente de tu pedestal y enviarte a su arena; es la especialidad de los tontos. Aún así, en estos 2 casos, eres tú quien marca la diferencia. Todo depende de tu capacidad para manejar tus emociones, tu enfado, tu enfado, tu estrés, tu sensibilidad y tu frustración que el gilipollas pondrá a prueba.
Las 5 formas elegidas de lidiar con los gilipollas son: ignorancia, huida, firmeza, adherencia y diversión.
1.- Ignorancia
La mejor forma en mi opinión, sea cual sea el entorno y el tipo de imbécil, es la ignorancia. De hecho, no se gana nada participando en una pelea innecesaria; que es el caso de un pendejo. Se trata de negarse a entrar en su juego apoyando con serenidad su presencia y sus delirios, sin suscribirlos y de preservar las apariencias. La falta de retroalimentación tenderá a cansarlo y seguirá adelante con otra persona. Fingir indiferencia no tiene nada que ver aquí con ninguna forma de cobardía o sumisión; es solo una cuestión de sentido común.
2.- La fuga
Sin embargo, rara vez es tan simple. El gilipollas tiene el don de provocar, es irritante como un campo de ortigas; es una bofetada en la cara. Controlarse en caso de una reacción alérgica no es fácil; especialmente si el alérgeno es fuerte. La opción más fácil de practicar, excepto cuando estás subordinado a la autoridad de un imbécil, es escapar. En general, no importa qué tipo de imbécil, sal corriendo; especialmente si te lo encuentras en manada. Sigue siendo de sentido común. Persistir en quedarte mientras te hundes es inconsciencia o orgullo fuera de lugar.
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3.- Firmeza
Los más resistentes a la actitud imbécil optarán por la firmeza. Arma de doble filo, consiste en detener al gilipollas en su momento, imponiéndote verbalmente sobre la elección del tema de discusión, y sobre la forma de abordarlo. Hablamos entonces con autoridad e inflexibilidad, como un adulto alzando la voz con un niño caprichoso: “es así y no es de otra manera”. El riesgo es romper la atmósfera con el pendejo. Recuerda que siempre depende de ti hacer el esfuerzo con él; nunca te cuestiones a ti mismo. Esto no le impide respetar tu autoridad. Todo depende del tipo de imbécil con el que estés tratando.
Muchos imbéciles son incluso muy sensibles a la orden judicial y les gusta tontamente seguir recomendaciones perentorias; como el autoproclamado experto, el bocazas, el dador de lecciones o el lunático extrovertido. Sin embargo, la postura de firmeza sigue siendo muy arriesgada si se opone a una autoridad legal legítima. Incluso si sientes que está dentro de tus derechos. Una reacción violenta con un padre, un maestro, un empleador o un oficial de policía puede doler mucho, durante mucho tiempo. Mientras te enfrentes a una regulación feroz, una boca ruidosa o un vicioso, el desequilibrio de poder trabajará en tu contra. Y si eres el jefe, ten cuidado en caso de enfrentarte con un rebelde pendejo; tu autoridad es el agua de su molino; cuidado con el tsunami.
4.- Membresía
Los más frágiles preferirán darse por vencidos y sumarse al espectáculo de la autocomplacencia del imbécil. Cansados de asimilarlo todo, algunos acaban sometiéndose y defendiendo los intereses del gilipollas, a riesgo de bajarse los pantalones total y públicamente sin la menor vergüenza. Se convierten en víctimas que consienten y nos ofrecen otra variación más del síndrome de Estocolmo. Este fenómeno es bastante notable en foros con autoproclamados expertos al mando y cándidos novatos en la recepción.
El escenario es casi siempre el mismo. Un recién llegado te pedirá información sobre un tema (por ejemplo: conexión lenta con el wifi). Un miembro activo del espacio de discusión deja su reserva y le responde. No para ofrecerle una solución a su problema, sino para rechazarlo y jugar al "experto". El gilipollas comienza explicando al novato que su pedido está mal formulado, o que ya se ha tratado una cuestión similar en otro tema. Continúa con una gran palabrería igualmente inútil en su conocimiento de ese campo. Y concluye señalando a su víctima que escribir su respuesta es una pérdida de tiempo precioso y que es mejor que se las arregle por sí mismo antes de molestar a los demás.
Sigue un juego de ping-pong completamente irrelevante al que se auto invitan otros imbéciles y miembros activos del foro, que están públicamente indignados por la ignorancia de los "principiantes". Esta balasera verbal termina con un improbable regreso de quien lo tomó en la cara, el “ingenuo”, el “ignorante”. Especifica que encontró la solución en otra parte de la red, que lamenta haber perturbado al mundo y agradece a su ayuda los diversos imbéciles. En el género de influencia y manejo de la actitud del idiota, el adherente al idiota es un caso de libro de texto. Se especifica que el estafador y el cobarde son excelentes candidatos a la membresía.
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5.- La diversión
Aquellos que se sientan particularmente cómodos socialmente, o simplemente un poco al límite, podrán divertirse con los idiotas. Esta práctica extrema de alto nivel consiste en combinar lo inútil con lo agradable, al considerar al gilipollas no solo como un gilipollas, sino también como una fuente de entretenimiento, una distracción. Lo sé, eso requiere un esfuerzo considerable de abstracción. No todo el mundo se lo puede permitir. Sólo los más listos, los más experimentados en las relaciones humanas son capaces de divertirse seriamente haciéndole cosquillas al imbécil, empujándolo al límite, poniéndolo en dificultades, burlándose de él; intentando que nos revele su verdadera naturaleza. Debes tener nervios de acero y un sentido probado de la conversación.
Algunos incluso se divierten pillando al gilipollas con el paso cambiado, haciéndose el gilipollas, coqueteando peligrosamente con la actitud del gilipollas. Hablar en voz alta con un bocazas, o narcisista ruidoso puede ser recreativo. Los grandes retadores incluso intentan burlarse de ellos. Pero a veces es difícil hacer lo contrario. El peligro es sobreactuar, pasar por el gran imbécil del grupo, que confunde autoridad con autoritarismo, humor con humillación, y superar al imbécil en su actitud de imbécil. De cualquier manera, la confianza en uno mismo, el control de tus emociones y la propensión a la comedia son esenciales para "disfrutar" de la compañía de un idiota. Ten en cuenta también que el uso de esta quinta y última técnica es bastante contraproducente con un superior jerárquico. Intenta forzar tu suerte, abusa de las bromas y lo verás.
Conclusión
En resumen, los gilipollas están en todas partes. Todos lo somos en un momento u otro. Algunos lo hacen con más frecuencia que otros, si no todo el tiempo. Sin embargo, hay que admitir que el gilipollas está claramente alentado por el sistema por una cultura dominante que prima la incitación a hacer el idiota. Entonces, ¿por qué no unirse al movimiento general? Ahí lo dejo.
Nunca discutas con un tonto, quien presencie la discusión podría confundirte con él
Todos somos tontos de vez en cuando (generalmente más veces de las que creemos) y además tratamos con gente que hace tonterías. Además, es justo reconocer que quienes parecían tontos en realidad nos hicieron quedar a nosotros como tales. Por este motivo Leonardo Ferrari escribe este libro sobre los tontos y sus tonterías, para intentar detectar la estupidez propia y la ajena, evitando disgustos y aprovechando las ocasiones que nos brinda la sociedad que nos regala el estar rodeados de tontos. SIGUE LEYENDO…
Lo malo del idiota es cuando se hace crónica su enfermedad, Y, en efecto, te puede contagiar si te bajas a su nivel y discutes con él.
ResponderEliminarUn saludo.
Y mas malo aun es cuando una sociedad se hace idiota en general, eso tiene mala solución. No sé si es el caso de la nuestra, pero hay indicios.
EliminarUn saludo.