La historia de Saartjie Baartman, también conocida como la "Venus Hotentote", es uno de los ejemplos más trágicos de explotación, racismo y abuso en la Europa colonial del siglo XIX.
Nació en 1789 en el sur de África, en la región de lo que hoy es Sudáfrica, en una comunidad Khoi-San, un grupo étnico históricamente discriminado por los colonizadores europeos. Su vida estuvo marcada por la esclavitud, el sufrimiento y la cosificación de su cuerpo, lo que la convirtió en un símbolo de las atrocidades cometidas contra las personas africanas durante la era del colonialismo.
A temprana edad, Saartjie fue arrancada de su hogar después de que su padre fuera asesinado. Terminó trabajando como sirvienta para una familia holandesa, los Cezar, quienes, a pesar de argumentar que era una mujer libre, la trataron como esclava. Con su particular anatomía, caracterizada por una esteatopigia (acumulación de grasa en los glúteos, una característica común en algunas mujeres de grupos étnicos africanos), Saartjie fue objeto de una malsana curiosidad por parte de los colonos europeos.
El cirujano escocés William Dunlop vio una oportunidad en la apariencia física de Saartjie y convenció a los Cezar para que la llevaran a Europa, con la promesa de que la mostrarían en espectáculos, donde ganarían dinero. Aunque se le hizo creer que podría recibir una parte de las ganancias y mejorar su vida, la realidad fue que Saartjie fue exhibida como un objeto de entretenimiento, expuesta al público como una "raza inferior" en ferias y circos, donde se destacaba la diferencia física entre los europeos y los africanos.
En 1810, llegó a Londres, donde fue exhibida en una jaula, presentada como una bestia salvaje. La audiencia europea de la época se fascinaba con lo que consideraban "lo exótico", y las teorías racistas que predominaban justificaban el maltrato de las personas no europeas. La consideraban una atracción circense más que un ser humano, y los promotores de estos espectáculos se lucraron enormemente a costa de su sufrimiento.
El escándalo en torno a la exhibición de Saartjie estalló cuando se llevó el caso a la justicia británica, debido a que en 1807 el comercio de esclavos había sido prohibido en el Reino Unido. En el juicio, sus dueños afirmaron que ella participaba voluntariamente y que recibía una parte de los ingresos, aunque es poco probable que esto fuera cierto. El veredicto, basado en las declaraciones manipuladas de sus dueños, determinó que ella era una mujer libre, lo que permitió que siguiera siendo exhibida.
En 1814, después de algunos años en Inglaterra, Saartjie fue llevada a Francia, donde fue vendida a un adiestrador de animales llamado Réaux, quien la maltrató y continuó exhibiéndola en París. Allí, fue estudiada por naturalistas y científicos, incluidos Georges Cuvier, un destacado anatomista francés, que la retrató no solo como un fenómeno de feria, sino también como un "eslabón perdido" entre los seres humanos y los primates. Este tratamiento "científico" que se le dio a Saartjie fue un reflejo de las ideas racistas que dominaban la antropología y la biología de la época.
A pesar de que algunos científicos reconocieron que Saartjie era una mujer inteligente, capaz de hablar cuatro idiomas (incluidos holandés, inglés y algo de francés), la narrativa predominante la deshumanizaba, describiendo su físico en términos que la asemejaban a animales. Su exhibición continuó hasta que su salud se deterioró y, finalmente, murió el 29 de diciembre de 1815, a la edad de 26 años. Las causas de su muerte no están claras, pero se cree que pudo haber sido por sífilis, neumonía o viruela, todas enfermedades asociadas con las malas condiciones de vida que sufrió.
Tras su muerte, su cuerpo no fue tratado con dignidad. Fue disecado y estudiado por científicos franceses, quienes conservaron su esqueleto, su cerebro y sus genitales, que estuvieron exhibidos en el Musée de l'Homme en París hasta bien entrado el siglo XX. Estos restos fueron considerados "especímenes" científicos y contribuyeron a perpetuar teorías racistas sobre la inferioridad de los africanos.
La historia de Saartjie Baartman no terminó ahí. Durante décadas, su figura siguió siendo un símbolo de la deshumanización y la explotación de las personas africanas. No fue hasta el siglo XX, cuando movimientos antirracistas comenzaron a reclamar justicia en su nombre. En 1978, la poeta Diana Ferrus escribió un poema en honor a Saartjie, llamado “He venido a llevarte a casa”, que jugó un papel clave en el movimiento para repatriar sus restos.
En 1994, después del fin del apartheid en Sudáfrica, Nelson Mandela, como presidente del país, solicitó formalmente a Francia la devolución de los restos de Saartjie Baartman. Finalmente, en 2002, sus restos fueron devueltos a Sudáfrica, donde fueron enterrados con todos los honores en su lugar de origen, en una colina cercana a su tierra natal. Esta acción fue vista como un acto simbólico de reparación histórica y reconocimiento de las atrocidades cometidas en su contra.
La tumba de Sartjie Baartman en Sudáfrica. |
Hoy en día, Saartjie Baartman es recordada como un símbolo de resistencia frente a la opresión colonial y el racismo. Su historia, aunque trágica, ha servido para iluminar el legado de las injusticias históricas y el racismo científico que deshumanizó a generaciones de personas africanas.
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