El majestuoso rey de las bestias, el león, ni siquiera se inmuta ante un vehículo de safari por razones tan fascinantes como sencillas.
En primer lugar, el león ve el vehículo no como una colección de humanos, sino como un objeto grande y no amenazante. No se mueve como una presa, ni actúa como una presa y, lo que es más importante, no entra en pánico como una presa. Los leones, siendo los astutos depredadores que son, han llegado a reconocer que estos vehículos lentos y pesados no son ni una amenaza ni una fuente de alimento. La pura consistencia de estos encuentros, día tras día, les ha enseñado que estos extraños artilugios no representan una preocupación real.
Pero -y este es un punto crucial- todo cambia en el momento en que alguien perturba ese delicado equilibrio. Recuerdo una situación que viví de primera mano, cuando un fotógrafo se inclinó demasiado lejos del vehículo, demasiado cerca de un león. El paso de la calma al peligro fue instantáneo. El león, que ya no veía al fotógrafo como parte del inofensivo vehículo, atacó con una velocidad y ferocidad alarmantes. El fotógrafo tuvo la increíble suerte de escapar con vida. Fue un duro recordatorio de que, si bien los leones pueden tolerar los vehículos, siguen siendo animales salvajes impulsados por el instinto, y cualquier violación de la seguridad percibida puede tener consecuencias mortales.
El vehículo en sí, grande y elevado, mantiene a los pasajeros separados de la cadena alimenticia natural, pero en el momento en que rompes esa ilusión, al salir o acercarte demasiado, desencadenas inmediatamente los instintos primarios del león. La seguridad que sentimos en los vehículos de safari se basa en el respeto a las normas y a los límites territoriales de los leones. Sal de esas líneas y estarás de vuelta en la naturaleza, donde los leones gobiernan supremos.
De hecho, los leones toleran los vehículos siempre y cuando sigamos siendo parte de ellos. Es un tenue equilibrio de respeto y reconocimiento lo que nos permite presenciar de cerca a estos magníficos depredadores, sin convertirnos nosotros mismos en parte de la cadena alimentaria.
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