Las inmersiones por debajo de los 20 metros no suelen presentar mayores problemas cuando se realizan de pie, con los pies juntos al frente.
En este punto, una buena condición física también te permite hacer inmersiones clásicas, con los brazos extendidos y la cabeza hacia adelante.
Entre los 20 y los 60 metros, la probabilidad de lesiones se vuelve rápidamente significativa y siempre se debe evitar la penetración horizontal en el agua para minimizar la superficie de contacto inicial. La mejor posición sigue siendo la vertical, con los pies juntos al frente. El riesgo de romperse las piernas es significativo, pero es mejor que el cuello o la columna vertebral en la posición clásica.
Contrariamente a la creencia popular, el trauma de caer más de 60 pies en el agua no es estrictamente causado por una superficie de agua "similar al concreto". El problema surge del hecho de que la parte sumergida del cuerpo, considerablemente ralentizada por el agua, es comprimida todo el tiempo por la parte no sumergida, cuya energía cinética ejerce una presión insoportable sobre el cuerpo sumergido para órganos y huesos, incapaz de resistir. El resultado no se parece en nada al trauma de una caída sobre hormigón.
Cualquiera que sea la posición durante la penetración, la columna vertebral y la cabeza se ven afectadas y el resultado solo puede ser fatal. Desafortunadamente, excepto en circunstancias verdaderamente milagrosas, las esperanzas de supervivencia son escasas y el único consuelo es que la muerte es casi instantánea.
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