El otro día asistí a una reunión especialmente tensa, mi colega que suele ser bastante agresivo estaba al borde de un estallido.
La situación podía volverse incontrolable en cualquier momento, pero recurrí a una técnica que transformó por completo el ambiente. Descubrí esta técnica casi por accidente y desde entonces no ha dejado de sorprenderme, se llama "reflexión emocional" y sus efectos son inmediatos.
En lugar de enfrentarme a mi compañera o tratar de calmarlo con argumentos racionales, simplemente le dije: "Veo que esta situación te frustra enormemente. Es normal sentirse así ante un cambio como este". En ese instante, su rostro se relajó. Pasó de la ira a la apertura, como si una gran tensión se hubiera disipado de golpe.
Los neurocientíficos han demostrado que nuestro cerebro está programado para buscar validación. Cuando alguien reconoce nuestras emociones, nuestra amígdala —el centro del miedo y la reacción instintiva— se calma de inmediato.
¿Por qué funciona tan bien?
Durante un conflicto, decir "Entiendo por qué te sientes así" desarma la confrontación al instante. Ante la resistencia al cambio, expresar "Es normal tener dudas" abre la puerta a la conversación. En momentos difíciles, afirmar "Lo que estás pasando es muy duro" ayuda a liberar la tensión.
Una vez, mi hija de cuatro años tuvo un berrinche en el supermercado. En lugar de regañarla, me incliné y le dije: "Estás muy enfadada porque quieres este juguete. Es difícil no conseguir lo que uno quiere". Su llanto se detuvo de inmediato. Me miró, sorprendida de que alguien entendiera su emoción.
La clave de esta técnica es la autenticidad. No se trata de manipular ni de decir palabras vacías, sino de crear una conexión genuina. Algunas frases que pueden marcar la diferencia son "Entiendo que...", "Es normal sentir..." o "Si yo fuera tú, me sentiría...".
Cuando validas las emociones de los demás, se disuelve la agresividad, se genera confianza y el diálogo se vuelve posible. Sin embargo, es importante recordar que esta técnica debe usarse con amabilidad y autenticidad. No es un truco ni una estrategia de manipulación, sino una forma de construir relaciones basadas en la empatía y la comprensión.
He aplicado este enfoque con clientes furiosos, niños en crisis, colegas estresados y amigos ansiosos. En 8 de cada 10 casos, la tensión se ha disipado.
Para ponerla en práctica, escucha de verdad, identifica la emoción de la otra persona y valídala sinceramente. La validación emocional no es magia, pero sí una poderosa herramienta de conexión humana. Nos recuerda que, en el fondo, todos estamos unidos por nuestras emociones.
La próxima vez que alguien exprese una emoción intensa, intenta validarla antes de proponer una solución. Te sorprenderán los resultados.
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