En agosto del año 47 a. C., Julio César se enfrentó a Farnaces II, rey del Ponto, en la famosa batalla de Zela, tras enterarse de que este había derrotado al gobernador romano de la región e intentaba expandir su dominio.
César, decidido a frenar el avance de Farnaces, avanzó rápidamente y situó a su ejército cerca de la ciudad fortificada de Zela, en el centro de lo que hoy es Turquía. Ver Las 20 leyes de la astucia
La batalla se desarrolló con una rapidez poco común. Tras varios días de vigilancia mutua, Farnaces, confiado y con la moral alta tras sus victorias previas, decidió atacar a los romanos en un momento en que estos aún estaban ocupados fortificando su campamento en una colina. Esta decisión resultó ser un grave error táctico: atacar cuesta arriba y en terreno desfavorable ponía en clara desventaja a las tropas pónticas. César, al principio, pensó que el enemigo estaba fanfarroneando, ya que ningún comandante sensato habría elegido atacar en esas condiciones.
Sin embargo, Farnaces ordenó la carga y sus tropas descendieron de sus posiciones para enfrentarse a los romanos. La respuesta de César fue inmediata: abandonó los trabajos de fortificación y ordenó a sus legionarios tomar las armas. La batalla fue breve pero intensa. La VI legión romana aguantó la embestida en el ala derecha, mientras que el centro y el flanco izquierdo del ejército de Farnaces se desmoronaron rápidamente. La retirada de las tropas pónticas fue caótica y muchos soldados murieron aplastados o fueron capturados en el valle. Solo un pequeño grupo logró refugiarse en el campamento fortificado, pero los romanos los expulsaron con facilidad.
El resultado fue una victoria total para César. La mayor parte del ejército de Farnaces fue destruida o hecha prisionera, y el propio rey apenas logró escapar con unos pocos jinetes. Poco después, sería derrotado y asesinado por uno de sus antiguos comandantes. La campaña fue tan rápida y contundente que, en solo cinco días, César había aplastado la rebelión y asegurado el control romano de la región.
Impresionado por la celeridad y contundencia de su triunfo, César envió al Senado romano el célebre mensaje: “Veni, vidi, vici” (“Llegué, vi, vencí”), frase que ha pasado a la historia como símbolo del éxito rápido y decisivo. La victoria de Zela consolidó el dominio romano en Anatolia durante siglos y demostró la capacidad de César para imponerse incluso en situaciones aparentemente desfavorables.
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