En 1972, frente a las costas de Fort Lauderdale, Florida (no California), se llevó a cabo uno de los experimentos ecológicos más desafortunados de la historia moderna. Con la intención de crear un arrecife artificial que promoviera la vida marina y, al mismo tiempo, resolver el problema de los neumáticos desechados, se implementó el proyecto "Osborne Reef", que consistió en arrojar más de dos millones de neumáticos al océano. La idea inicial parecía prometedora desde una perspectiva superficial: los neumáticos, asegurados con bandas de acero y cables, crearían estructuras donde los corales podrían crecer y los peces encontrarían refugio. Los promotores del proyecto, que incluían a empresas privadas y agencias gubernamentales, estaban convencidos de que estaban matando dos pájaros de un tiro: eliminando residuos y creando un nuevo hábitat marino. Sin embargo, la realidad resultó ser devastadoramente diferente. Cincuenta años después, el proyecto se ha convertido en uno de los