¿Quién no ha soñado alguna vez con elevar una copa de vino a la salud del César o empaparse de la atmósfera de los banquetes romanos? Sin embargo, el vino que probaban nuestros antepasados romanos era muy diferente al que conocemos hoy en día. No se envejecía mucho, lo que le daba un sabor bastante áspero. Los vinos se mezclaban regularmente con agua o se especiaban intensamente para suavizar esta dureza. Olvídate de los vinos secos y tánicos que tanto disfrutamos en la actualidad: ¡los romanos tenían un paladar muy diferente! Les encantaban los vinos dulces, incluso muy dulces. El mulsum, una mezcla de vino y miel, era su bebida favorita. Imagina un vino que sabe a vino caliente festivo, pero sin el licor fuerte y con un toque de miel. Para potenciar aún más los sabores, los romanos no dudaban en añadir especias como pimienta, canela o jengibre. Algunos incluso agregaban hierbas aromáticas para darle un toque de frescura. Los romanos empleaban diferentes métodos de vinificación que i