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La mariposa azul

Había una vez un viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes. Las niñas siempre hacían muchas preguntas; alguna de ellas, él sabía responder, otras no. El pretendía ofrecerles la mejor educación, por tanto mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina. La mariposa azul  El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ni siquiera dudar. Impacientes las niñas decidieron inventar una pregunta que él no sabría responder. Entonces, una de ellas apareció con una linda mariposa azul que usaría para engañar al sabio. “¿Qué vas a hacer?”- Preguntó la hermana, a lo cual le respondió: “Voy a esconder la mariposa en mis manos y preguntarle al sabio si está viva o muerta” “Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que esta viva la apretaré y la aplastaré. Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡Será una respuesta equivocada!” Las dos niñas fueron entonces al encuentro del

Lo que enseñaba el ermitaño

Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia. Se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer. La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo. Lo que enseñaba el ermitaño Les contestó: “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león”. No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales? Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron. Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, son mis ojos. Las dos águilas con

El vaso de agua

En una sesión grupal, la psicóloga en un momento dado levantó un vaso de agua. Cuando todos esperaban oír la pregunta: "¿Está el vaso medio lleno o medio vacío?" , ella en lugar de ésto preguntó: - ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas de los componentes del grupo variaron entre 200 y 250 gramos. El vaso de agua Pero la psicóloga respondió: - El peso absoluto no es importante, sino el percibido, porque dependerá de cuánto tiempo sostengo el vaso: Si lo sostengo durante 1 minuto, no es problema. Si lo sostengo 1 hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado y más difícil de soportar se vuelve. Después continuó diciendo: - Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas en ellas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado e incapaz de hacer

El árbol de los problemas

El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se estropeó y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar. Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invito a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas; abrazo a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. El árbol de los problemas  Posteriormente me acompaño hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes. ‘Oh, ese es mi árbol de problemas’, contesto. Se que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura, los probl

Expectativas sobre la vida

Cuentan que cuando los jóvenes monjes ingresaban al monasterio, les preguntaban qué esperaban de aquello. Tres jóvenes, que habían coincidido en el camino, empezaron su formación el primer día con el maestro más veterano. El maestro les preguntó: - ¿Qué esperáis de la vida?. El primer joven respondió que siempre había admirado a los maestros, pues personas de todo el mundo recorrían miles de kilómetros para encontrarse con ellos y que les diesen consejo.  "Me gustaría ser un  gran maestro, famoso en regiones y comarcas", recalcó. Expectativas sobre la vida El segundo de ellos contestó que provenía de una familia muy humilde donde apenas les llegaba el sustento. " Quiero ser un gran maestro para tener dinero suficiente para ayudar a familiares, amigos y conocidos con mis riquezas", concluyó. El tercer joven comentó que había oído cómo los mejores maestros tenían poderes extraordinarios. " Me gustaría llegar a tener un gran poder"

El Barquero y el Estudiante

Un día, un joven estudiante naturalista sube con su auto a una vieja barca comandada por un viejito, de cuerpo fuerte y alma curtida. En el viaje el joven, sorprendido por la inmensidad de paisajes del lugar, se bajó de su auto y le pregunto al viejito que estaba ocupado con su trabajo: El Barquero y el Estudiante -Buen día señor, veo que usted lleva mucho que esta en este trabajo. – Si, toda mi vida fui barquero - ¿Y siempre recorrió este mismo camino que estamos recorriendo ahora mismo? - Si, es un camino muy transitado, que me deja el dinero necesario para vivir. - Entonces sabrá usted que son esas hermosas piedras que veo a la orilla, ¿Cómo se llaman? - No señor, disculpe que no sepa responderle, pero no se como se llaman esas hermosas piedras… - Ahhh, entonces, amigo, ha perdido una gran parte de su vida por no conocer la amplia variedad de estas piedras hermosas. El barquero, sin saber que responder, siguió dirigiendo la balsa, mientras el

La mujer del juez

El severo juez Hidalgo contrae matrimonio con la joven y frágil Casilda. Desde una azotea Nicolás Vidal, prófugo de la justicia, contempla la escena... Adaptación del relato del mismo nombre escrito por Isabel Allende y publicado en su libro “Cuentos de Eva Luna”. Nicolás Vidal siempre supo que perdería la vida por una mujer. Lo pronosticaron el día de su nacimiento, pero no imaginó que la causa sería Casilda, la esposa del Juez Hidalgo. La divisó por primera vez el día que llegó al pueblo a casarse y no la encontró atractiva. Transparente, con la mirada huidiza y unos dedos finos, le resultaba inconsistente como un puñado de ceniza. Conociendo bien su destino, se cuidaba de las mujeres, limitándose a encuentros rápidos para burlar la soledad. Observó a la señorita de la capital cuando ésta bajo del coche el día de su matrimonio y como todos los habitantes del pueblo, Vidal pensó que la novia no aguantaría el clima, las manías o el mal humor del solterón de su marido. El Ju