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Nunca des la impresión de que buscas algo

En todas las esferas de la vida, nunca des la impresión de que buscas algo; esto producirá una resistencia que nunca someterás.



Nunca des la impresión de que buscas algo
Nunca des la impresión de que buscas algo

Aprende a acercarte a la gente de lado. Apaga tus colores, pasa inadvertido, finge ser inocuo y tendrás más margen de maniobra. Lo mismo sucede en política, donde la ambición manifiesta suele asustar a la gente.

A primera vista, Vladimir Ilich Lenin parecía un ruso común: vestía como obrero, hablaba con acento campesino, no se daba aires de grandeza. Esto hacía sentir a gusto a la gente, e identificarse con él. Pero bajo ese aspecto aparentemente insulso había por supuesto un hombre muy hábil, que no cesaba de maniobrar. Cuando la gente se percató de esto, ya era demasiado tarde.

Duke Ellington, el gran jazzista y consumado seductor, deslumbraba inicialmente a las damas con su buena apariencia, ropa elegante y carisma. Pero una vez a solas con una mujer, retrocedía un poco y se volvía excesivamente cortés, ocupándose sólo de cosas insignificantes. La conversación banal puede ser una táctica brillante: hipnotiza al objetivo. La monotonía de tu fachada confiere mayor poder a la sugerencia más sutil, la más leve mirada. Si nunca hablas de amor, volverás expresiva su ausencia: tu víctima se preguntará por qué no aludes jamás a tus emociones; y al pensar en eso, llegará más lejos aún, e imaginará qué más ocurre en tu mente. Ella será quien saque a colación el tema del amor o el afecto. La monotonía deliberada tiene muchas aplicaciones. En psicoterapia, el médico responde con monosílabos para atraer al paciente, haciéndolo relajarse y abrirse.

En negociaciones internacionales, Henry Kissinger abrumaba a los diplomáticos con detalles fastidiosos, y luego hacía audaces demandas. Al inicio de la seducción, las palabras monocromas suelen ser más eficaces que las vividas: el objetivo se desconecta, te mira a la cara, empieza a imaginar, fantasea y cae bajo tu hechizo. Llegar a tus objetivos a través de otras personas es muy eficaz: infíltrate en su círculo y dejarás de ser un extraño.

Antes de dar un solo paso, el conde de Grammont, seductor del siglo XVII, entablaba amistad con la recamarera, ayuda de cámara, un amigo e incluso un amante de su blanco. De este modo podía reunir información, y buscar la manera de acercarse a él en forma inofensiva. También podía sembrar ideas, diciendo cosas que era probable que el tercero repitiera, Cosas que intrigarían a la dama, en particular si procedían de alguien a quien ella conocía.

Ninon de L'Enclos, la cortesana y estratega de la seducción del siglo XVII, creía que disfrazar las intenciones propias no sólo era necesario: aumentaba el placer del juego. Un hombre jamás debía declarar sus sentimientos, pensaba ella, en particular al principio. Esto es irritante y provoca desconfianza. "Lo que ella adivina persuade mucho más a una mujer de estar enamorada que lo que oye", comentó una vez.

Nunca des la impresión de que buscas algo. Araña
Nunca des la impresión de que buscas algo. Araña
Con frecuencia, la prisa de una persona en declarar sus sentimientos resulta de un falso deseo de complacer, pensando que esto halagará a la otra. Pero el deseo de complacer puede ofender y molestar. Los niños, los gatos y las coquetas nos atraen por no intentarlo en apariencia, e incluso mostrarse indiferentes. Aprende a encubrir tus sentimientos, y que la gente descubra por sí sola lo que pasa.

Símbolo: La telaraña. La araña busca un inocuo rincón donde tejer su tela. Cuanto más tarda, más fabulosa es su construcción, pero pocos lo notan: sus tenues hilos son casi invisibles. La araña no tiene que cazar para comer; ni siquiera moverse. Se posa en silencio en una esquina, esperando a que sus víctimas lleguen solas y caigan en su red.

Fuente: El arte de la seducción, Robert Greene

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