Es imposible reprimirlos cuando alguien más abre la boca. Los expertos creen que tienen que ver la empatía y los vínculos sociales. A pesar de su universalidad entre los vertebrados, desde los estados fetales hasta la edad más avanzada, y la curiosidad que esta acción espontánea despierta de inmediato en aquellos que lo hacen, el origen y función de los bostezos son todavía motivo de controversia y especulación entre los científicos.
Por contra, los dichos populares resuelven esta incertidumbre de una forma clara y contundente: si bostezas quiere decir que tienes hambre, sueño o aburrimiento. Pero científicamente, lo único que se ha podido demostrar de forma consensuada es su naturaleza contagiosa en humanos, algunos primates no humanos, y posiblemente perros. Así, un nuevo enigma aún más interesante se plantea: ¿Por qué se contagian los bostezos?
¿Por qué se contagian los bostezos? |
Bostezar es una respuesta ubicua y se presenta de forma regular en diferentes estados fisiológicos y contextos sociales, aunque solo lo hace de manera excesiva cuando está asociada a enfermedades neurológicas. Los bostezos contagiados, tanto conspicuos como los otros, son aquellos que se inician de forma involuntaria e inmediata al ver o escuchar a alguien bostezar. Pero incluso el hecho de pensar o leer sobre ello es suficiente para hacernos sentir la necesidad imperiosa de bostezar. No hay ninguna duda, es un hecho largamente documentado: ¡nos han contagiado el bostezo!
La respuesta más lógica tras el contagio involuntario de un bostezo, probablemente que en este momento ya habréis comenzado a experimentar, sería porque tiene alguna función bastante relevante, evolutivamente o filogenéticamente preservada, que nos favorece de forma significativa hasta el punto de que otros miembros de nuestra especie la copien involuntariamente, a modo de respuesta adaptativa. Pongamos por caso, si bostezamos porque estamos aburridos, o más bien poco despiertos, el aumento instantáneo de oxígeno que la acción implica nos retorna al estado de alerta que hasta ahora nos falta, y copiarlo puede ser bueno también para los congéneres que nos rodean. Pero las evidencias experimentales parecen refutar esta hipótesis. Así, aunque los estudios conductuales y las grabaciones electroencefalográficas de la actividad cerebral antes de un bostezo demuestran de forma consistente que los bostezos suceden durante estadios de baja vigilancia o adormecimiento, no se observa ningún cambio explícito en estos mismos parámetros después de haberse producido el bostezo.
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