En 2002, The New Yorker me contrató para fotografiar a Robin Williams. Durante mi investigación previa, lo que más me llamó la atención fue su estilo de comedia altamente físico.
Inspirado por esto, concebí la idea de fotografiarlo columpiándose de una gran lámpara de candelabros en una espaciosa habitación de hotel.
Ver La foto que mató a su autor
Fotografiado por Martin Schoeller para The New Yorker en 2002 |
Consciente de que la mayoría de los anunciantes suelen rechazar ideas tan extravagantes, decidí no compartir mis planes con nadie. Procedí a instalar un candelabro en el hotel Waldorf Astoria, desde el cual Williams se columpiaría. Sin embargo, cuando Robin entró y vio lo que había preparado, levantó su camisa para revelarme una enorme cicatriz en su hombro. Resultó que acababa de someterse a una cirugía y ni siquiera podía levantar el brazo.
Me sentí tremendamente decepcionado, pero Robin se mostró aún más afectado. Le encantó la idea y realmente quería ayudarme a realizar mi visión creativa. A diferencia de muchas estrellas de Hollywood, Robin no se dejaba influenciar por su éxito y posición. Interactuó amablemente con todos los presentes, desde los estilistas hasta el equipo técnico y el personal del hotel.
Finalmente, adaptamos el concepto. Le pedimos a una camarera del hotel que se columpiara en la lámpara, y simplemente le solicité a Robin que se sentara allí leyendo un periódico. Creo que esta improvisación resultó en una foto aún más divertida e inesperada que la originalmente planeada.
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