El 31 de marzo de 1968, el presidente Lyndon B. Johnson anunció al pueblo que no buscaría la reelección.
Se sentía demasiado viejo y tenía la sensación de que moriría durante el próximo mandato. Johnson simplemente sentía que le faltaba energía para dirigir una nación.
Lyndon B. Johnson tenía apenas 60 años. Y ya se sentía "demasiado viejo" para el trabajo. Su presentimiento resultó ser profético: efectivamente, murió aproximadamente cuatro años después de retirarse, con solo 64 años. ¿Lo sorprendente? Nadie "empujó" a Johnson a irse. Se fue por voluntad propia. Cuando anunció su partida, nadie lo vio venir. Fue como un trueno en un cielo despejado...
La gente tiene más hibris hoy en día. Se sienten invencibles, imparables. Particularmente la gente en el poder. Antes éramos diferentes. Teníamos ese sexto sentido, casi como un gato de granja que sabe que su tiempo ha terminado y se arrastra a un rincón alejado del granero para morir. Hoy en día, los viejos líderes siguen negando ruidosamente su mortalidad y se aferran a cualquier sentido de poder hasta que son expulsados o derrotados.
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