Cuando en 1512 Miguel Ángel finalmente concluyó el fresco del techo de la capilla Sixtina, que se considera una de las obras más famosas de la historia del arte, los cardenales responsables de la detención de las obras quedaron por horas mirando y admirando el magnífico fresco.
Después del análisis, se reunieron con el maestro de las artes, Miguel Ángel, y sin pudor alguno dispararon su descontento.
Cuando Miguel Ángel escuchó las demandas de los cardenales, se mantuvo en silencio, con la mirada fija en la obra que había consumido años de su vida. Sabía que su creación no solo era arte, sino también un poderoso mensaje teológico y filosófico. A pesar de su fama como un hombre de carácter fuerte y un genio incomprendido, accedió a realizar el cambio, aunque no sin reflexionar profundamente sobre el impacto de esta alteración.
El gesto que los cardenales proponían no era meramente técnico; contenía una simbología intrincada que resonaba con las creencias de la época. Al separar los dedos y mostrar el dedo de Adán parcialmente retraído, se reforzaba una idea clave del cristianismo renacentista: el libre albedrío como un don divino, pero también como una carga. Dios siempre estaría presente, eternamente extendiendo su gracia hacia la humanidad, pero el hombre debía decidir acercarse. Ese espacio vacío entre los dedos representaba la brecha que solo la fe y la voluntad podían cerrar.
Miguel Ángel, al aceptar modificar su obra, también encontró en el cambio un significado aún más profundo. Para él, el espacio entre los dedos no solo simbolizaba el libre albedrío, sino también la tensión inherente en la relación entre lo divino y lo humano. Esos pocos centímetros vacíos entre los dedos no eran un vacío cualquiera, sino un espacio lleno de posibilidades, dudas y esperanza.
Al finalizar los ajustes, el fresco tomó un nuevo matiz. El dedo extendido de Dios y el retraído de Adán se convirtieron en una de las representaciones más icónicas de la relación entre el Creador y su creación, encapsulando siglos de debates teológicos en un simple, pero poderoso, detalle visual.
Los cardenales, al observar la versión final, quedaron en silencio, conscientes de que el cambio había elevado la obra a un nivel de profundidad espiritual y simbólica que no podían haber imaginado. Miguel Ángel, por su parte, sonrió levemente, sabiendo que su arte no solo decoraba la capilla, sino que también hablaba al alma de todos los que lo contemplaban.
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ResponderEliminarbueno pero en tonces el dedo en la parte superior de la obra deberia representar el de dedo de dios, que no?, el humano tratando de hacer contacto con su creador.
ResponderEliminarAsí 7 fue la participación de Miguel Ángel a. aquel pedido
ResponderEliminarEl dedo del hombre debió ser levantado un poco hacia el de su Creador
Esto sugerencia- creo- estuvo bien.
Glorioso y magnífico detalle.
ResponderEliminarAsí empezó el gran negocio del cristianismo con la extorsión de un cielo que no existe !!!
ResponderEliminarESTA ES UNA ACTITUD DE SOMBRIO DESALIENTO Y DE UN MAL DISIMULADO CINISMO, COMO NO ADMIRAR Y AGRADECER LA TRANSFORMACION DE LA HUMANIDAD A TRAVES DEL CRISTIANISMO. VALORAR ESTO ES SABOREAR LA MARAVILLA DE SER AMADOS, BUSCADOS Y PROTEGIDOS POR UN DIOS QUE NO SE HA ENCERRADO EN SUS CIELOS IMPÈNETRABLES SINO QUE SE HIZO CARNE Y SANGRE , HISTORIA Y DIAS PARA COMPARTIR CON CADA UNA DE NUESTRAS VIDAS TODOS LOS DIAS. +VIVA JESUS+
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