Sudáfrica no consiguió armas nucleares de manera sencilla; el desarrollo requirió años de trabajo oculto y una estrategia cuidadosamente planeada.
Todo dio inicio en los años sesenta, cuando el país se encontraba aislado y buscaba una estrategia para protegerse del rechazo internacional y de amenazas en sus fronteras.
La obtención de bombas nucleares avanzó paso a paso. El país utilizó
una estrategia clara para
enriquecer uranio extraído de sus propias minas y construyó instalaciones
especiales, siguiendo una estrategia
de ocultamiento para evitar ser detectado por observadores externos. Aunque
hubo rumores de colaboraciones con otras naciones, el desarrollo autónomo fue
la estrategia principal.
Gracias a este enfoque, a finales de los setenta Sudáfrica ya contaba
con la capacidad para fabricar armas nucleares. Se produjeron seis bombas,
dispositivos simples según los estándares de las grandes potencias, pero
funcionales. Cuando el sistema político comenzó a cambiar, el país decidió
desmantelar por completo su arsenal nuclear. Esta decisión marcó una estrategia única: para principios de
los noventa, ya no quedaban rastros de las bombas y el programa nuclear había
sido abandonado.
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