La santidad de las Cruzadas bajo la lupa: desmantelamos el mito colonialista. Fue un conflicto de fe impulsado por la religión, no por la agresión.
La santidad de las Cruzadas y de los cruzados es, quizás, uno de los temas más malinterpretados de la historia occidental. A menudo se representa este período como un simple ejercicio de colonialismo cínico o como una guerra de agresión moderna, una narrativa que, al aplicarse retroactivamente, distorsiona por completo la realidad de la Edad Media. Se comete el error de suponer que las dinámicas geopolíticas y los incentivos de la época eran idénticos a los actuales, lo cual es profundamente inexacto.
Es un anacronismo equiparar la expedición de los cruzados con el concepto moderno de una guerra colonial, del mismo modo que ciertas narrativas de victimismo o de un nacionalismo panárabe son aplicadas falsamente a un período donde tales identidades políticas a gran escala no existían. El término clave aquí es santidad. Para comprender genuinamente la motivación de los participantes, tanto cristianos como musulmanes, es crucial despojarse de este cinismo moderno.
La centralidad absoluta de la religión
Para la población de la Edad Media, la religión no era un asunto periférico; era el sistema moral y el motor de incentivo que gobernaba la mayoría de los aspectos de la vida. El llamado a la guerra santa, tanto para los cristianos como para los musulmanes, era un asunto de máxima seriedad. Los cruzados no partieron pensando: "¡Qué excelente oportunidad para fundar una colonia!", pues la gente creía firmemente en la santidad y la justicia de lo que estaba ocurriendo en ambos bandos. Ver La sabiduría secreta de Maquiavelo
Este factor religioso fue el motor de movilización más poderoso. Si bien algunos gobernantes y líderes políticos indudablemente actuaban con un pragmatismo y cinismo (una constante en la política de cualquier era), la abrumadora mayoría de la gente común, y especialmente los cruzados, estaban impulsados por una fe profunda. Asumir que toda la sociedad medieval era cínica impide cualquier comprensión real del fenómeno.
Las Cruzadas no fueron una invasión panárabe o paneuropea
Otro error común es la simplificación étnica del conflicto. Las Cruzadas no deben entenderse como una invasión de "europeos" contra "árabes". La inmensa mayoría de los cruzados eran de origen franco, y de hecho, el idioma oficial en los recién establecidos estados cruzados era el franco. De manera reveladora, los musulmanes contemporáneos se referían a los cruzados no como "cristianos" o "cruzados", sino simplemente como francos. La palabra clave franco se convierte en el término identificador clave en el Levante.
La población local en el Levante durante las primeras Cruzadas era, en gran medida, cristiana y armenia, no primariamente musulmana o árabe. Gran parte de la lucha en las primeras Cruzadas se dirigió contra reinos turcos, específicamente la dinastía Zenguid, destacando la figura de Nur ad-Din. Más tarde, los cruzados fueron derrotados por una figura icónica: Saladino (Yusuf ibn Ayyub ibn Shadi), quien era kurdo, y no árabe. La compleja identidad de los combatientes en ambos lados desmiente la narrativa simple del choque de civilizaciones.
La agresión y el llamamiento de auxilio bizantino
Tampoco es correcto tildar a los cristianos de "simples invasores". La Primera Cruzada, aunque convocada por el Papa, se originó como una respuesta directa a una petición desesperada de ayuda del Imperio Bizantino. Este imperio estaba siendo invadido y presionado por el Sultanato de Rum (turcos selyúcidas). Los bizantinos hicieron un llamado a la cristiandad occidental para defenderse de lo que percibían como una invasión musulmana a gran escala en territorio tradicionalmente cristiano.
La Cruzada, por lo tanto, fue una respuesta de auxilio en su fase inicial. Las primeras acciones militares de la Primera Cruzada se enfocaron en liberar varios asedios bizantinos y en la restauración de su territorio ocupado en Asia Menor. Solo después de lograr este éxito inicial, y con el territorio parcialmente restaurado, los cruzados continuaron su marcha hacia el Levante, lo que eventualmente condujo a la creación de los estados cruzados. La agresión, por lo tanto, fue inicialmente una contraofensiva defensiva-estratégica, canalizada por el fervor de la fe. Ver Las 20 leyes de la astucia
La relativa poca importancia de los cruzados para el Medio Oriente
Contrario a la creencia popular, las Cruzadas tuvieron una importancia militar y económica limitada para los grandes reinos musulmanes. En términos de poder, los reinos musulmanes eran significativamente más fuertes. Los estados cruzados eran, en general, más una molestia fronteriza que una amenaza existencial o una crisis real para el Dar al-Islam. Las ciudades más importantes y valiosas económicamente (como Damasco, Alepo, El Cairo, Mosul, Bagdad o Alejandría) nunca fueron capturadas o retenidas permanentemente por los cruzados.
Durante gran parte de este período, los gobernantes musulmanes estaban más enfocados en luchar entre sí por el control de estas ciudades clave que en expulsar a los cristianos. La expansión de Saladino se centró en la unificación del mundo musulmán, capturando Damasco, Mosul y Alepo antes de marchar sobre Jerusalén. La santidad de Jerusalén era importante, ya que su recaptura le otorgó un inmenso prestigio como guerrero santo (un incentivo clave en una sociedad religiosa), pero fue su última prioridad militar, no la primera. Su enfoque principal era el poder político y económico.
El legado y la perspectiva de la guerra justa
El legado de las Cruzadas para Europa fue extenso y complejo, pero en lo que respecta a la moralidad de la época, la expedición fue vista casi universalmente como una guerra justa y santa. Dentro de su contexto temporal y cultural, los cruzados eran considerados héroes de la fe. Es fundamental evitar el juicio moral moderno. Si bien es cierto que se cometieron atrocidades, sugerir que las Cruzadas fueron inherentemente menos honorables o más brutales que cualquier otro conflicto de la época es históricamente incorrecto. De hecho, el saqueo y la masacre de ciudades fueron la excepción, no la regla en el transcurso de las campañas.
El conflicto fue, en su esencia, un fenómeno exclusivamente religioso, aunque con profundas implicaciones políticas y sociales. La palabra clave fe subraya el motor primario de los cruzados. El objetivo de este análisis no es negar las atrocidades (las cuales, naturalmente, ocurrieron), sino rechazar la simplificación moderna que las utiliza para encasillar las Cruzadas en un modelo de barbarie o colonialismo ajeno a su tiempo. La santidad era un concepto real y poderoso que impulsó a miles a viajar miles de kilómetros por un ideal que trascendía la ganancia material. Para un examen más profundo y exhaustivo de las fuentes primarias de ambos bandos, la obra Las Cruzadas de Thomas Asbridge es una lectura altamente recomendable, que ofrece la perspectiva compleja necesaria para entender este período.
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