¡Asombroso! La rata, maestra de la supervivencia, puede nadar 3 días y roer metal. Descubre por qué su extraordinaria adaptabilidad fascina a la ciencia.
En nuestra cultura, la hemos etiquetado como símbolo de bajeza, suciedad y traición. Es el que «abandona el barco primero», un insulto en el lenguaje y una amenaza en nuestra mente. Pero todo esto son proyecciones humanas. En la naturaleza salvaje, no trama intrigas ni comercia con principios. Su único objetivo es sobrevivir, y lo hace con tal virtuosismo que nosotros, los humanos, deberíamos aprender de ella. Ver Las 3 asombrosas estrategias del hombre rata
Maestra de la adaptación
Le basta con recorrer una vez un camino para memorizarlo durante años, trazando en su memoria un «mapa» detallado del espacio. Sabe cómo evitar el peligro y cambia su comportamiento tan pronto surge una amenaza. Esta capacidad la hace valiosa en la ciencia. En los laboratorios, las ratas ayudan a estudiar reacciones al estrés, dinámicas sociales, aprendizaje e incluso empatía, ya que en sus colonias estas dinámicas se pueden observar en acción.
Una sociedad sin sentimentalismos
Las ratas viven en manadas con una jerarquía y división de roles bien definidas. Se cuidan entre ellas, comparten comida, advierten de peligros. Pero cuando alguna debilita, la manada puede dejarla atrás sin remordimientos. No es crueldad en el sentido humano, sino las leyes inquebrantables de la supervivencia.
Ingeniería corporal
No sudan, pero pueden regular el calor a través de su cola, dilatando o contrayendo los vasos sanguíneos. Dedican más tiempo a acicalarse que muchas personas a su propia higiene. Su olfato es tan agudo que les permite detectar enfermedades o minas, sí, incluso las entrenan para esto. Sus dientes crecen toda la vida, por lo que pueden roer hormigón, metal y plomo con facilidad.
Resistencia extraordinaria
Una rata puede nadar sin parar durante tres días y recorrer kilómetros en aguas heladas. Soporta niveles de radiación mortales para los humanos. Puede vivir sin agua más tiempo que cualquier mamífero obteniéndola de su alimento. Y su cuerpo puede pasar por un agujero del tamaño de su propio cráneo.
Un rasgo inesperado
Se ríen. No con una risa humana, sino con un ultrasonido agudo cuando se les hace cosquillas o durante el juego. Esta es la alegría de aquellos que han aprendido a sobrevivir incluso en las condiciones más duras.
Quizá las personas desprecian tanto a las ratas porque se ven a sí mismas en ellas: precaución, astucia, disposición a retroceder cuando no hay esperanzas. La diferencia es que la rata no se engaña a sí misma ni oculta sus instintos tras palabras grandilocuentes. Simplemente vive, con sinceridad y sin ilusiones. Y, posiblemente, ahí radique el secreto de su asombrosa capacidad de sobrevivir. Ver Las 20 leyes de la astucia
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