Los asesinatos ya no son lo que eran, en estos tiempos de redes sociales, han cambiado muchas cosas. Al Inspector Mendoza le quedaban meses para su jubilación tras una carera policial plena de éxitos. Tenía olfato, sabía interrogar y su experiencia era el modelo a seguir para los novatos. O quizá ya no tanto… Lo que nuestro policía se encontró aquel día le cabreó bastante. No solo eso, después de cabreado, se cabreó aun más, mucho más, como hacía años que no se cabreaba. Pero empecemos por el principio. A priori, el asesino era un tipo un tanto extraño: degollar a su víctima en un autobús delante de muchos pasajeros no parecía muy profesional. El problema apareció cuando ningún testigo vio nada. No es que fuera por miedo a represalia, no era eso, ni mucho menos. Es que literalmente, nadie vio nada, el asesino era o parecía invisible. Eso ya causó que el inspector Mendoza empezara a levantar la ceja. Sus subordinados ya sabían que este gesto anunciaba mosqueo, cuando no cabreo,