Descubre la mente de Putin: despiadado, resiliente e inteligente. Un psiquiatra descifra al líder que juega al ajedrez con Ucrania.
Las sirenas vuelven a romper la madrugada en el corazón de Ucrania. Un cielo gris cubre la ciudad de Járkiv mientras los habitantes descienden a los refugios subterráneos, una rutina ya tristemente normalizada. A lo lejos, el eco de una explosión sacude el suelo. En medio de este paisaje de ruinas y resistencia, un nombre resuena con una mezcla de temor, odio y desconcierto: Vladímir Putin.
Desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala en febrero de 2022, el presidente ruso se ha mantenido como el rostro inamovible de la ofensiva, un símbolo de poder férreo y frialdad calculada. Pero más allá del uniforme y la retórica bélica, ¿quién es realmente el hombre detrás de esta guerra? Ver El asombroso sueño de Putin
Ken Dekleva, psiquiatra con más de 25 años de experiencia y exfuncionario del gobierno estadounidense, ofrece una mirada inquietante. Durante cinco años destinado en Moscú, Dekleva se dedicó a estudiar el perfil psicológico de Putin, tratando de descifrar las motivaciones, miedos y ambiciones que lo mueven. En una reciente entrevista con el Kyiv Post, lo define como alguien "altamente despiadado e inteligente", además de "tremendamente resiliente".
No se trata de una exageración. Putin ha sobrevivido a caídas del petróleo, sanciones internacionales, crisis internas, e incluso a intentos de sublevación dentro de su propio aparato militar, como el motín del Grupo Wagner en 2023. Cada vez que parece acorralado, se reconfigura, resurge. Como si la presión, en vez de desgastarlo, lo templara aún más. Ver Maquiavelo y sus excelentes discípulos
La resiliencia que describe Dekleva se ve reflejada en la prolongación del conflicto. Lo que muchos analistas consideraban una guerra relámpago se convirtió en una contienda prolongada y brutal. La capacidad de adaptación del Kremlin ha sido, en gran parte, producto del temple de su líder. Putin no se ha dejado doblegar por los reveses militares ni por el aislamiento internacional. Al contrario, parece alimentarse del desafío, viendo en cada obstáculo una oportunidad para consolidar su poder y reafirmar su narrativa imperial.
Para los ucranianos, esa resiliencia no es una virtud, sino una maldición. "Putin no se detendrá", dice Olena, una voluntaria en un centro de ayuda en Dnipró. "No es un político común. Es un jugador de ajedrez frío, y cada movimiento suyo cuesta vidas".
La frialdad de Putin también se traduce en su estrategia. Ataques a infraestructuras energéticas en pleno invierno, uso deliberado del hambre y el miedo como armas, discursos cargados de revisionismo histórico: todo cuidadosamente calculado para doblegar a un enemigo que no ha cedido. Pero Ucrania, al igual que su agresor, ha demostrado una resiliencia feroz. Una resiliencia que, al menos por ahora, desafía incluso al poder de Moscú.
Mientras tanto, el mundo observa. Los analistas intentan prever el próximo paso de un líder que, según Dekleva, juega a largo plazo y cuya psicología es más peligrosa por su claridad que por su locura. “Putin no está loco”, advierte el psiquiatra. “Está convencido”.
Y tal vez, esa sea la amenaza más grande de todas. Ver El fascinante arte de la estrategia
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