En 2016, el mundo fue testigo de un caso extraordinario que captó la atención de los medios y el público en general.
Una joven londinense de 14 años, enfrentando una forma rara y terminal de cáncer, tomó una decisión sin precedentes. En un acto de desesperación y esperanza, escribió una conmovedora carta a un juez del Tribunal Superior de Londres, suplicando por una oportunidad para "vivir más tiempo". Su petición no era convencional: solicitaba autorización para someterse a un proceso de criopreservación, comúnmente conocido como hibernación humana.
El juez, conmovido por la situación y la madurez demostrada por la joven, concedió su deseo. Esta decisión judicial marcó un hito en la historia de la criónica, otorgando legitimidad legal a un procedimiento que hasta entonces había sido considerado más como ciencia ficción que como una opción médica viable. La esperanza de la niña, compartida por muchos que optan por este camino, es ser "despertada" en un futuro donde la ciencia haya avanzado lo suficiente como para curar su enfermedad y devolverla a la vida.
Sin embargo, este caso no es único en su género. Sorprendentemente, ya existen 377 personas en estado de hibernación alrededor del mundo. El pionero en este campo fue James Bedford, un profesor de la Universidad de California, quien se sometió a este proceso en 1967 a la edad de 73 años. Su cuerpo aún se conserva en las instalaciones de la Alcor Life Extension Foundation, una de las tres empresas líderes en el campo de la criónica junto con otras compañías estadounidenses y la rusa KryoRus.
Estas organizaciones ofrecen servicios de criopreservación con costos que varían considerablemente, oscilando entre los 18.000 y los 200.000 euros. Los clientes tienen dos opciones principales: la preservación del cuerpo completo o solo del cerebro. Esta última opción, aunque más económica, se basa en la teoría de que la conciencia y la personalidad residen principalmente en el cerebro, y que en un futuro podría ser posible trasplantar o reconstruir el resto del cuerpo.
El proceso de criopreservación es complejo y comienza inmediatamente después de la declaración legal de muerte. En la sala de reanimación del hospital, un equipo de técnicos especializados interviene rápidamente para mantener la oxigenación de los tejidos. Restauran la ventilación pulmonar y el flujo sanguíneo al cerebro, crucial para minimizar el daño celular. Acto seguido, el cuerpo se sumerge en agua helada, iniciando un proceso de enfriamiento controlado.
El paciente es entonces trasladado a un centro de criogénesis, donde se lleva a cabo el procedimiento principal. Aquí, se introduce una solución "crioprotectora" por vía intravenosa. Esta solución, similar al anticongelante, tiene la función crítica de prevenir la formación de cristales de hielo en los tejidos, que de otro modo causarían daños irreparables a nivel celular. Finalmente, el cuerpo o el cerebro se sumerge en nitrógeno líquido, alcanzando la asombrosa temperatura de -196 grados Celsius.
Las esperanzas de quienes optan por la criopreservación se fundamentan en tres hipótesis principales, que son objeto de intenso debate en la comunidad científica:
- La primera hipótesis sostiene que la memoria y la personalidad permanecen intactas dentro del cerebro, incluso cuando su actividad eléctrica se ha detenido. Esta teoría se basa en la idea de que la información neural está codificada en las estructuras físicas del cerebro, más que en su actividad eléctrica continua.
- La segunda hipótesis postula que los procedimientos de criopreservación, a pesar de su naturaleza extrema, no afectan las estructuras cerebrales responsables de la memoria y la personalidad. Este es quizás el punto más controvertido, ya que implica que el proceso de congelación y las soluciones crioprotectoras no alteran significativamente la delicada arquitectura neuronal.
- La tercera y más ambiciosa hipótesis proyecta que en el futuro será posible restaurar las capacidades cerebrales de los cerebros criopreservados. Esta suposición no solo implica la posibilidad de "descongelar" el cerebro sin daños, sino también de reactivar sus funciones y, potencialmente, integrarlo en un nuevo cuerpo o sistema de soporte vital.
Estas hipótesis, aunque fascinantes, siguen siendo objeto de intenso escrutinio y escepticismo en la comunidad científica. Muchos expertos argumentan que el daño celular durante el proceso de congelación y descongelación podría ser demasiado extenso para permitir una restauración viable. Además, aún no se comprende completamente cómo la memoria y la conciencia están codificadas en el cerebro, lo que plantea dudas sobre la posibilidad de preservar verdaderamente la "esencia" de una persona.
A pesar de estas controversias, la criónica continúa atrayendo a individuos que, frente a enfermedades terminales o el deseo de extender su existencia más allá de los límites actuales de la vida humana, están dispuestos a apostar por un futuro incierto pero potencialmente revolucionario. El caso de la joven londinense de 14 años es un recordatorio conmovedor de la esperanza y la determinación humana frente a la mortalidad, y un testimonio del poder de la ciencia para inspirar sueños de trascendencia más allá de nuestras limitaciones actuales.
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