Pervitin, también conocida como la "píldora de la Blitzkrieg", era el combustible humano de toda una máquina de guerra.
Esos pobres idiotas fueron rellenos de metanfetamina y enviados a destrozar el mundo, pensando que eran invencibles. Por supuesto, esto tenía su precio, y cuando esos efectos se iban, no era un espectáculo para la vista, a menos que seas el tipo de persona que disfruta viendo a los demás en pedazos.
Los soldados alemanes sin Pervitin se convirtieron en zombis exhaustos. No estoy hablando de zombis al estilo clásico, no, eran peores. Fatiga extrema, irritabilidad, paranoia, en resumen, la versión más patética de un ser humano, mucha carne que no podía poner un pie delante del otro. Muchos se vieron reducidos a gemir en sus agujeros en la tierra, soñando con otra píldora para hacer desaparecer esa desesperación. Algunos se suicidaron, incapaces de enfrentar la dura realidad sin su ayuda química. Otros entraban en estados psicóticos completos, viendo enemigos donde no los había, gritando a sombras inexistentes. No es sorprendente que esta "arma secreta" fuera más una condena a largo plazo que una ventaja estratégica.
Después de la guerra, para los que sobrevivieron (y no son muchos), el daño fue irreparable. Pervitin destruyó el cuerpo y la mente. Muchos veteranos vivían con depresión crónica, trastornos de ansiedad y síntomas postraumáticos amplificados por la abstinencia prolongada. Sin mencionar que algunos de ellos nunca dejaron de buscar "las cosas". Cuenta de ex soldados que mendigan medicamentos en farmacias o intentan sintetizarlos de una manera rudimentaria, con malos resultados, por supuesto. Otros simplemente se lanzaron al alcoholismo o se suicidaron. La Alemania de la posguerra estaba llena de estas reliquias humanas, fantasmas andantes que el nuevo sistema mundial prefería ignorar.
¿Documentación y testimonios? Oh, sí, hay bastantes, y todos te deprimen el corazón. Las cartas de los soldados del frente cuentan historias de noches de insomnio, pesadillas y cuerpos que literalmente colapsan bajo el peso de la privación química. Alguien escribió que se sentía como si su alma hubiera sido "devorada por dentro". Una frase, en particular, siempre me llama la atención: "Morí en Rusia, pero mi cuerpo aún camina".
Muchos de ellos, una vez en casa, se incorporaron a la nueva fuerza policial o a las estructuras administrativas de la Alemania de la posguerra. Sí, esos yonquis destruidos ayudaron a reconstruir una nación.
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Wow que triste.
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