El 2 de julio de 1982, un acontecimiento insólito alertó a las autoridades en California. Un radar había detectado un objeto misterioso que, por su tamaño, no podía ser un avión.
Cuando las autoridades investigaron, descubrieron algo increíble: un hombre atado a una silla de jardín flotando a 4,800 metros de altura. Este hombre era Larry Walters, quien armado únicamente con una pistola de aire comprimido y un sándwich, se encontraba congelado y quemado por el sol en las alturas del cielo californiano.
La historia de Larry comenzó en su niñez, cuando una visita a una tienda de excedentes del ejército despertó su fascinación por los globos meteorológicos de helio. Desde ese momento, supo que su destino era volar. Durante veinte años, planeó meticulosamente su hazaña, que finalmente fue financiada por su esposa Carol con 5,000 dólares, aunque no sin cierta reluctancia.
El plan de Larry era aparentemente simple pero ambicioso. Eligió su propio jardín como sitio de lanzamiento, con el desierto de Mojave como destino final, a más de 90 kilómetros de distancia. Su objetivo era alcanzar una altitud de entre 1,800 y 2,100 metros. Para lograrlo, construyó lo que llamó "Inspiración I": una cómoda silla de jardín de Sears de $110, equipada con 30 latas de agua de 3 litros para mantener el equilibrio, y propulsada por 42 globos meteorológicos de helio.
Según un hombre llamado Mark Barry, que ha realizado una extensa investigación sobre Larry Walters y su vuelo, esta fue su trayectoria de vuelo |
Su equipo era sorprendentemente completo: llevaba una pistola de perdigones para reventar globos y controlar su descenso, un altímetro, dos radios CB para comunicarse con tierra, un paracaídas, un chaleco salvavidas, gafas extra, una cámara de 35mm, una botella de Coca-Cola y algunos bocadillos. Carol y un amigo llamado Ron formaban su equipo de tierra.
El día del lanzamiento, las cosas no salieron según lo planeado. Cuando las cuerdas de sujeción se rompieron, Larry fue catapultado hacia el cielo, alcanzando una altura de 4,700 metros, más del doble de lo previsto. Para empeorar las cosas, no había solicitado permiso a la FAA para realizar el vuelo, lo que aumentó la ansiedad de su esposa.
La situación se complicó cuando Larry perdió sus gafas y dejó caer su pistola de perdigones después de disparar algunos globos. Afortunadamente, había empacado un par extra de gafas y, por casualidad, había logrado reventar el número exacto de globos necesarios para un aterrizaje seguro. A pesar de que no llegó ni cerca del desierto de Mojave, su destino pretendido, Larry logró descender ileso.
Aunque estaba tan impresionado por la experiencia que olvidó usar la cámara que llevaba consigo, la hazaña de Larry Walters permanece como un caso único en la historia: la única persona que ha sobrevivido a una aventura tan temeraria como extraordinaria, un récord que probablemente permanecerá imbatido por mucho tiempo.
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Gracias a ese tipo de locuras la ciencia se ha inrequecido.
ResponderEliminarOk. me parece súper excelente este gran intento de cosas alocadas como la de Larry. Que bonito, lástima que no hubiera podido sacar fotos, pero yo creo que en el susto tan tremendo y a semejante altura, uno no puede pensar sino en salvar el hilacho de vida y seguramente en no volver a ejecutar semejantes proezas.
ResponderEliminarVivo en Colombia y hace algunos años se me ocurrió la aventura en un paseo con amigos de un Banco Financiero, en atravesar un importante y gran lago en una bote con 2 palas para remar. Me pareció que era muy fácil hacerlo, me llene de valor y arranque a pesar que me dijeron no lo hiciera, pero uno es terco. cuando llegue a la mitad del lago comenzaron las olas y el viento a agitar el barquillo, pero ya no me quedaba otra que llegar a la orilla, lo cual logré después de un gran susto.
Cuando llegue a esa orilla, opuesta al lugar de partida, amarre el bote y me dirigí a una cabaña cercana, gritando a los moradores, pero en contraste salieron 2 perros muy bravos y no me quedó mas remedio que salir corriendo para llegar al bote y salir a toda prisa de allí, pues seguramente los perros me hubiera lastimados fuertemente...escape de ellos de milagro.
Entonces inicie el regreso, todo cansado y asustado, remando en el barquillo con la mayor velocidad y fuerza que podía, logrando llegar al restaurante donde estaban los compañeros de trabajo, pero ya en ese momento estaba tranquilo, agradecido con Dios y la verdad ya no sentía cansancio alguno.
Al tocar tierra estaban mis compañeros todos gritando y ovacionando mi hazana, pues sin saber mientras yo iba y volvía
a través de lago ellos hacían sus apuestas uno en favor y otros en contra de si era capaz o no. Eso me entusiasmo mucho, pero en el fondo lo que yo agradecía era haber salvado el hilacho de vida como Larry encaramado en sus globos, ya que cuando un se da cuenta de los peligros es muy tarde y solo le queda encomendarse al señor para que los saque de semejante atolladero.
En mi caso y por orgullo callé a mis compañeros lo que me había pasado, para sentirme mas fuerte, pero hoy pienso he debido contárselos, ya que lo cortes no quita lo valiente.