Hubo un tiempo en que los matrimonios arreglados los padres eran la norma, y casarse sin amor era lo habitual.
Pocos afortunados lograban incorporar este sentimiento en sus uniones. En general, se renunciaba al amor, y el "matrimonio" se consideraba un "contrato" de "patrimonio", con "derechos" y "deberes" conyugales claramente definidos. Esta práctica aún persiste en muchos círculos sociales.
No deberíamos sorprendernos demasiado por esto. Para hacer una comparación comprensible en la actualidad, pensemos en el trabajo. Muchas personas realizan trabajos que detestan o hacia los que no sienten ningún afecto, soñando constantemente con hacer algo diferente. Sin embargo, continúan en estos empleos por costumbre, seguridad financiera, o porque cambiar parece demasiado arriesgado o agotador, especialmente cuando ya han adquirido compromisos como hipotecas o tienen hijos que mantener.
Es importante señalar que un matrimonio concertado no es necesariamente infeliz o frágil. De hecho, observándolos ahora, estos matrimonios solían ser más sólidos y duraderos de lo que uno podría pensar. Todos conocemos parejas de ancianos, como abuelos o tíos, en las que el amor pudo haber estado ausente inicialmente, pero el respeto prevalecía. Era común que se aconsejara a las jóvenes que lloraban ante la perspectiva de un matrimonio arreglado que el amor llegaría con el tiempo. Recuerdo haber preguntado a mi abuela Emilia sobre su boda, y ella respondió con dignidad: "Siempre he cumplido con mi deber". Una respuesta que una joven moderna difícilmente daría, pues los tiempos han cambiado.
Sin embargo, incluso en la actualidad, donde el amor se considera fundamental, ¿realmente han desaparecido los matrimonios sin amor? En absoluto. Basándome en mi experiencia personal y profesional, me atrevo a estimar que alrededor del 10% de los matrimonios actuales se realizan sin amor. Las razones son innumerables y no siempre evidentes.
He observado que las mujeres suelen ser el eslabón más vulnerable en estas situaciones, siendo quienes con mayor frecuencia se casan sin amor. Muchas han confesado años después de su boda que tenían dudas enormes antes de dar el paso. Una amiga me reveló que justo antes de decir "Sí" al sacerdote, pensó para sí misma: "de todos modos existe el divorcio". En resumen, cuando una pareja se casa, no estaría de más mirar en el corazón de la novia para entender qué la motiva a dar este gran paso. Aunque no es tarea fácil, vale la pena intentarlo.
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