Desde niño, su crueldad no conocía límites: perforaba los ojos de los pájaros y les arrancaba las plumas solo para experimentar una sensación de calma.
Su pasatiempo más oscuro consistía en lanzar gatos y perros desde las ventanas, deleitándose en su sufrimiento. Sin embargo, estos actos eran solo el comienzo de una espiral de violencia y sadismo que lo llevaría a ser conocido como uno de los tiranos más despiadados de la historia.
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Al alcanzar el poder, Iván IV, conocido como Iván el Terrible, canalizó su brutalidad hacia los seres humanos. Violaba a mujeres y luego las asesinaba de las formas más crueles: enterrándolas vivas o arrojándolas como alimento a perros y osos hambrientos. Para llevar a cabo sus atroces deseos, fundó la organización conocida como los Oprichniki, una orden de hombres vestidos de negro y montados en caballos oscuros, seleccionados en su mayoría entre criminales. Su único propósito era ejecutar las órdenes del zar, eliminando a quien él considerara una amenaza.
Cada día, Iván ordenaba que cientos de mendigos fueran ahogados en un lago, simplemente porque existían. No se detenía ante nada para consolidar su poder y satisfacer su sed de sangre. Su crueldad alcanzó un punto culminante durante la masacre de Nóvgorod, donde se estima que mató a cerca de 20,000 personas, mutilándolas y quemándolas vivas. Los cuerpos de hombres, mujeres y niños flotaban sin vida en las aguas del río Volkhov, atados a trineos y arrastrados por la corriente, un macabro testimonio de su despiadada voluntad.
No contento con solo asesinar, su sadismo se extendió a su círculo más cercano. Mató a su propia tesorera, arrojándola a un caldero hirviente. Cuando descubrió que su séptima esposa no era virgen, la ahogó sin misericordia. En su paranoia, eliminó a casi todos sus amigos, asegurándose de que sus muertes fueran las más dolorosas posibles.
Incluso su familia no escapó a su furia. En una ocasión, enfurecido por el vestido que llevaba su nuera embarazada, la golpeó con tal violencia que le provocó un aborto espontáneo. Pero su crueldad no terminó ahí: en un arrebato de ira, mató a su propio hijo tras una discusión, sellando su legado como un monarca temido y odiado.
Iván el Terrible, el "Zar de toda Rusia", dejó una marca imborrable en la historia, no solo por sus conquistas y reformas, sino por la brutalidad extrema con la que gobernó y la profunda huella de dolor que dejó en su pueblo.
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